“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro y renuévame la firmeza de mí espíritu” salmo 50, 12
El Papa Francisco nos convoca: “La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las Obras de Misericordia. Mediante las corporales tocamos la Carne de Cristo en los hermanos que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados; mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores; aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar” (Mensaje de Cuaresma 2016).
Difícilmente podemos descubrir el Rostro de Cristo en los hermanos si no transitamos el camino de la humildad a través del amor en las obras de misericordias corporales y espirituales.
Para ello, nos disponemos a dejarnos penetrar y transformar por el Amor Misericordioso para cambiar el corazón.
Para cambiar el corazón necesitamos ejercitarnos cotidianamente renovando la conversión, recurriendo a la gracia dispensada en el Sacramento del Perdón frecuente y la Eucaristía.
Somos Iluminados por la Palabra (Lectio Divina) hecha vida, por la cual Dios mismo nos interpela, y en el encuentro con la Persona Viva de Cristo al que Adoramos, Alabamos, Glorificamos, damos gracias y reparamos.
En este tiempo fuerte de Cuaresma caminamos en el misterio de la Misericordia por la Sangre Redentora del Hijo de Dios.
Si nos decidimos a cambiar nuestras actitudes y comportamientos recurrentes, será un tiempo propicio, memorable para enterrar nuestras propias muertes; como la envidia, la soberbia, la indiferencia, la falta de amor, ofreciéndolas por la Pasión, Muerte y resurrección del Señor.
Las cuatro claves de la Misericordia son: No juzgar, No condenar, Perdonar y dar.
Dice El Señor: “No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados, perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Porque la medida que ustedes midan también se usara para ustedes” Lc. 6. 37-38
El Papa Francisco nos exhorta: “El pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza y entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la Misericordia Divina” (ibid.,15)
El adorador frente al Santísimo se dispone a recibir la Ternura y el Amor Misericordioso del Padre reflejado en Su Hijo Amadísimo, para llevar a los hermanos en la cercanía y el encuentro las obras de Misericordia corporales y espirituales.
Que nuestro corazón palpite como el de María Santísima que en el Magníficat canta la Grandeza, la Bondad y Misericordia de Dios, porque miró con bondad la pequeñez de Su servidora.
Caminemos junto a Ella en el servicio, la entrega en el Si, para hacer la Voluntad del Señor en el Amor y la Misericordia que se transmiten diariamente con gestos para los que están cerca como los que no conocemos y están sedientos de verdaderos testimonios.
¡Alabado sea Jesucristo!
E. M. M.