“El que permanece en Mi y Yo en él da mucho fruto porque separados de Mí nada pueden hacer” -Jn. 15, 5-
En las vicisitudes del hoy que nos tocan vivir y al caminar hacia la Patria Celestial, aparecen demonios que nos desestabilizan y penetran en la propia debilidad.
Fácilmente somos presa de sus engaños e insidias alimentando la imaginación, modificando el pensamiento, perturbando el obrar.
Necesitamos permanecer en el Amor de Dios para servir, escuchar y acompañar al hermano desprotegido en este tiempo de confusión, violencia y desencanto, con la claridad de la Luz de Cristo, iluminada en nosotros por el Espíritu Santo.
El desafío que nos toca vivir en este tiempo de desencuentro es saber discernir, movidos por el Mismo Espíritu, porque estamos contaminados por el exceso de información, muchas veces falsa, que nos envuelve al menos en la confusión.
A menudo desaprovechamos el tiempo para la oración y el servicio en el encuentro con el hermano sufriente.
El camino es la humildad -permanecer en la Verdad como lo señala Santa Teresa- aferrándonos al Rosario, al Sacramento de la Reconciliación, la Eucaristía y al encuentro con la Presencia Viva de Jesús, adorando, reparando y dando gracias, para recibir el alimento, la sanación y el perdón.
“Permanezcan en Mí como Yo permanezco en ustedes” dice El Señor -Jn. 15, 4-
Para permanecer en el Amor de Dios y seguirLo sin condicionamientos será necesario un camino de conversión permanente, para que escuchemos la voz del Señor y no cerremos el corazón, empecinándonos en los propios caprichos y engaños.
En el seguimiento a Jesús, no cabe la ambigüedad e incoherencia de vida, a menudo nos dejamos atrapar por la vanidad y no obramos como El Maestro nos enseña, seguimos con la obstinación del corazón.
A través de los propios testimonios errados, alejamos a los hermanos más cercanos, solo podemos seducir en la apariencia, a los que no nos conocen.
“Si ustedes permanecen en Mí y Mis Palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán” dice El Señor -Jn. 15, 7-
Para permanecer en el Amor con la fidelidad del discípulo misionero, es menester entrar en sintonía con el Amor y la misericordia que se reflejan en el servicio a los hermanos.
Nos podemos ayudar con un ejercicio cotidiano que tanto nos cuesta y favorece al amor, internalizando las claves de la misericordia:
NO JUZGAR, NO CONDENAR y AMAR SIEMPRE
Este ejercicio nos libera de las tentaciones del demonio, que nos acecha en cada momento y nos revuelca en el fango del pecado porque juzgamos con mucha liviandad.
Al poner los ojos en lo que hace o deja de hacer el hermano -al estilo del fariseo- inconscientemente, clausuramos la mirada en nosotros mismos, para reconocernos pecadores -al estilo del Publicano-
Para crecer en el Amor de Dios y no distraernos en mezquinas suposiciones, actitudes y juicios apresurados, es necesario vivir, sentir, pensar y obrar configurados en la Vida de Cristo.
Con un corazón humillado nos abrimos al Amor de Dios para ser transfigurados, sanados y liberados de la cizaña de la propia soberbia, envidia, egoísmo, falta de caridad, etc.
“Como El Padre Me Amó, también Yo los He Amado a ustedes, permanezcan en Mí Amor” dice El Señor -Jn. 15, 9-
Acudamos a María Santísima, la Madre de Dios y Madre nuestra, para que nos ayude a ejercitarnos diariamente en el Amor de Jesús, amando a todos, sin despreciar a nadie, con un corazón misericordioso.
ALABADO SEA JESUCRISTO
E. M. M.