“Cuando venga el Espíritu de la Verdad Él los introducirá en toda la Verdad” -Jn. 16, 13-
Azotada por este tiempo de pandemia, busca denodadamente no ahogarse y salir indemne de esta impensada y cruda realidad a como dé lugar.
Esta apela reiteradas veces a recetas de la religión del mundo, el ateísmo, con el condimento de las nuevas ideologías.
Los discípulos seguidores de Cristo Resucitado sabemos que, EL Amor de Dios ha sido derramado en el corazón de cada uno y habita en nosotros.
El Dulce Huésped del Alma nos ayuda a transcurrir este tiempo de tribulación, de prueba, pero de inmerecida gracia, a reconocer con Su Luz y Asistencia la cercanía de Jesús, que camina sin apartarse de aquellos que lo aman, por Su fidelidad y misericordia.
Vivimos hoy un tiempo de desencuentros, de rencores, de divisiones, de violencia dentro de la familia, la iglesia, la sociedad y el mundo.
Pareciera que nos hemos acostumbrado a imponer la propia razón sin advertir que el otro significativo próximo (prójimo) también tiene su razón para poder dialogar.
Nos hemos constituido como francotiradores con los propios juicios apresurados que disparamos sin advertir el daño que ocasionamos.
Todo ello desemboca en una babel o confusión propia del egoísmo e individualismo.
Esto cercena o atrasa la posibilidad de ser profetas y construir la paz en unidad, fraternidad y justicia.
Esto, tampoco no quiere decir silenciarnos frente a las decisiones desproporcionadas e injustas a las que rechazamos acabadamente.
Si verdaderamente hemos comprendido que seguir a Cristo es ofrecer la cruz de cada día y asociarla a Su Pasión.
También, necesitamos tener en claro con la Ayuda del Mismo Espíritu, las consecuencias que el discípulo debe afrontar con entereza y abnegada entrega confiada, la persecución y hasta el martirio.
En este Nuevo Pentecostés invoquemos al Espíritu de la Verdad que dirige, gobierna e ilumina a la Iglesia en todos los tiempos, como principio unificador, apoyo y consuelo, para que nos conceda la gracia de la valentía, el coraje y la audacia de no ser silenciados frente a las asechanzas del enemigo -el demonio-.
El camino es la oración permanente (El Santo Rosario) la confesión frecuente, al menos una vez al mes, la Eucaristía con la Adoración Eucarística.
En el cenáculo de nuestra familia junto a María Santísima y San José invoquemos la Venida del Espíritu Santo para que alejado el corazón de las sombras del amor propio, el rencor, la amargura y la susceptibilidad, podamos alcanzar los frutos del Amor de Dios.
San Pablo VI en un discurso dirigido a toda la Iglesia donde estamos todos involucrados como Cuerpo Místico decía palabras proféticas que nos deben sacudir y reflexionar “La Iglesia necesita vivir su perenne Pentecostés.
Necesita fuego en el corazón, palabras en los labios y profecía en la mirada.
La Iglesia necesita ser ejemplo del Espíritu Santo, necesita pureza total vida interior.
La Iglesia necesita recuperar la sed, el gusto, la certeza de su verdad - tiene necesidad de experimentar la urgencia, el ardor del testimonio, del apostolado.
La iglesia tiene necesidad del Espíritu Santo en nosotros y en cada uno de nosotros como Iglesia”
¡VEN ESPIRITU DE VERDAD INTRODUCENOS EN TODA LA VERDAD!
ALABADO SEA JESUCRISTO
ALABADO SEA JESUCRISTO
E. M. M.