“Todo el cimiento de la oración está fundado en la humildad”
-Sta. Teresa-
El acontecer del cristiano por este desierto cotidiano está atribulado por una civilización que ignora a Dios y se evade en la virtualidad de imágenes y ruidos.
Todo ello resuena en el interior del propio ser provocando desasosiego, angustia y confusión.
En este camino lleno de obstáculos la oración nos predispone, prepara y abre los poros para entrar en el silencio y la Presencia del Amor de Dios gracias al Espíritu del Señor que habita en nosotros y -clama al Padre con gemidos inefables-
Es en el aprendizaje permanente, a pesar de nuestro estado de ánimo -inquietudes, conflictos, enfermedades, pérdidas, etc.- y en la aceptación de nuestra pobreza y fragilidad pecadora donde descubrimos la humildad por el camino de la oración perseverante y confiada.
Es en la certeza del Amor inquebrantable, paciente y humilde de Cristo -Roca Viva, la Roca que nos salva- donde fundamos y tiene sentido la vida.
“Aprendan de Mi que soy paciente y humilde de corazón” dice el Señor.
Es en la perseverancia e insistencia en la oración donde obtenemos la gracia de la conversión y lo que necesitamos para nuestro bien.
Recordemos la Parábola del amigo insistente y la eficacia de la oración en Lucas 11, 9-13. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”.
“La oración perseverante del justo es poderosa” nos afirma el Apóstol Santiago -5, 16-
Nos engañamos muy fácilmente cuando oramos pero al mismo tiempo no cambiamos nuestra vida -ahí está la trampa- pretendemos con toda hipocresía alcanzar las demandas -todo lo que pedimos- pero no corregimos el camino que nos aleja del Señor sembrado de vanidad, soberbia, apegos, desamor, etc.
La humildad, la mortificación y el desasimiento son virtudes seguras, nos enseña Santa Teresa, para que el demonio no nos haga caer en la trampa.
Recordemos en las Sentencias de los Padres del Desierto (siglos IV-V), cuando el Abad Macarios es abordado por el demonio que le dice: Hay una sola cosa en tu vida que me puedes. “Es tu humildad la que me impide vencerte”.
La humildad es el antídoto necesario para vencer al demonio.
La humildad se funda en el amor y prepara el terreno del corazón a través de la gracia y el camino perseverante, confiado de la oración.
Es en la infancia espiritual -abandono confiado en el Señor- donde la humildad se nutre del Amor de Dios, iluminado por la Palabra, alimentado y fortalecido en la Eucaristía y sanado por el Sacramento del Perdón.
Aprendamos como Adoradores a vivir desde la mirada de Jesús Eucaristía, configurada en nuestro ser, a caminar a la Casa del Padre, ejercitándonos y purificando el corazón permanentemente, por la gracia en la humildad.
“Bienaventurados los humildes de corazón porque verán a Dios”
Que María Santísima Modelo del Amor Confiado nos enseñe a vivir desde la mirada de Jesús la humildad para transformar al mundo consagrados al Amor Eucarístico.
ORACIÓN
Dios Padre que en Tú Ternura
ofreciste a Tú Hijo como Víctima Propiciatoria
reflejo de Tu Amor,
que aprendamos por El a vivir en la humildad
y en el amor paciente.
Que esta comunidad de adoradores camino a Tu Casa
se ejercite purificando el corazón por la gracia, en el servicio
a los hermanos
Para Gloria de Tu Nombre. Amen
¡Alabado sea Jesucristo!
Eduardo
E. M. M.
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