"Yo soy el que vive"Ap.1,18: LA PARADOJA DE VIVIR EN LIBERTAD MURIENDO A SÍ MISMO

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Capilla "María Reina de los Apóstoles"

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domingo, 28 de agosto de 2016

LA PARADOJA DE VIVIR EN LIBERTAD MURIENDO A SÍ MISMO

“Ustedes hermanos han sido llamados para vivir en libertad…por medio del amor” Ga. 5, 13


En la aceptación de nosotros mismos y de los hermanos, vamos cultivando la propia vida y descubriendo la libertad, por el camino del amor en el servicio, cotidianamente.
En el sagrario de nuestro corazón donde habita El Espíritu Santo, ahí en ese mismo lugar se gesta la libertad porque: “Donde está El Espíritu del Señor, ahí está la libertad” nos confirma San Pablo en 2 Cor. 3, 17.
El amor nos conduce a la plena libertad porque hemos nacido para amar.
El amor nos hace libres, porque nace de la verdad, la Fuente misma del Amor. Dice El Señor: “La verdad los hará libres” Jn. 8, 32
Santa Teresa, ilumina este camino a la libertad y decía: “...Y como El no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, más no se da así del todo, hasta que nos damos del todo” (Caminos de Perfección)
Dios no fuerza nuestra voluntad afirma Santa Teresa, porque nos creó libres, nuestra voluntad libre es un bien inalienable.
San Agustín nos acerca a la comprensión para vivir la libertad, decía: “…Tarde te amé…y Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba, y, deforme como era, me lanzaba sobre esas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba Contigo…” (Confesiones)
La libertad no se engendra en las sensaciones, cosas o personas, sino que nace en un espíritu libre.
La verdadera libertad nace en un corazón humilde, misericordioso y solidario a las necesidades de los hermanos, cuidando la dignidad de los mismos.
La persona Libre es la que deposita toda su confianza en El Señor de la Historia, sabiendo que la vida es un don, un regalo de Dios Creador, que por Amor nos creó, para que se haga siempre Su Voluntad y no la nuestra, así como Cristo vino a hacer la Voluntad del Padre.
Así es aquel que no se encuentra atado a los impulsos, ni manejado por lo que siente en el momento, o, arrastrado por los ídolos -con pié de barro- que construye a lo largo de la vida: poder, dinero, cosas…etc.
Para que la libertad se convierta en servicio debe pasar por el crisol del Amor de Dios y la gracia.
La gratuidad en el servicio, es la razón de ser del discípulo de Cristo, que, iluminado por la Palabra encarnada en las Obras de Misericordia Corporales y Espirituales, ayuda a liberar a los hermanos, con el testimonio de la ternura, la asistencia y el acompañamiento, al estilo de Jesús.
En el transcurrir del Año Jubilar de la Misericordia no podemos pasar por alto la gracia que recibimos.
Las tres claves de la Misericordia (no juzgar, no condenar y amar) abonan el camino de la libertad de los hijos de Dios, y nos invitan a interpelarnos para revisar la propia vida.
El adorador se abre al Misterio Eucarístico en libertad, muriendo a sí mismo por amor, llevando la caricia del Padre Misericordioso, a través de la Persona Viva de Cristo a los hermanos, en las periferias que se encuentren.
Vivamos la libertad muriendo a nosotros mismos por amor, reflejándonos e imitando a la Santísima Virgen María, que frente al desconcierto, dio su consentimiento en un acto libre “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.



¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

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