“Con qué pagaré Al Señor todo El Bien que me hizo”
Es el drama de esta generación pseudocristiana que, atrapada por las garras del león rugiente -el demonio-, hace creer que: “se puede cambiar las Enseñanzas del Maestro” -las Escrituras y la Tradición- en la ilusión y capricho tal como se le antoja a cada uno.
El cristiano roto se ha dejado seducir y embaucar por una humanidad que ha perdido la Esperanza y desparrama sus fantasías y errores por las redes sociales, fogueadas por las ideologías materialistas. Por lo tanto, el cristiano roto, es presa fácil, porque su voluntad se encuentra debilitada, confundida; no puede discernir, entonces busca alivio recurriendo a recetas mágicas.
El cristiano roto es seducido por una ingeniería social donde falsamente recrea sus propios anhelos y angustias como si fuera omnipotente, juega ilusamente, intentando cambiar su naturaleza y destino: “Hoy soy esto, mañana seré otra cosa, según mis caprichos, como se me ocurra”. De esta manera, el cristiano roto, alimenta equivocadamente, ingenuamente el desconcierto, la zozobra y la ansiedad, cayendo en el pozo ciego del individualismo y la indiferencia, despreciando a los hermanos, viviendo para si mismo y en lo que le interesa.
Los cristianos que intentamos seguir a Cristo El Señor, también, hemos perdido la alegría y la esperanza, así la vida se nos vuelve monótona, desencantada, aburrida, cuando la fe languidece y el Amor se entibia.
Escribe el ángel a la Iglesia de Laodicea: “Conozco tus obras, no eres ni frio ni caliente, ¡ojalá fueras frio o caliente! por eso porque eres tibio te vomitaré de Mi boca.” - Ap.3, 15-16 -
Los que nos decimos cristianos muchas veces perdemos la dimensión de la gracia inmerecida de la Resurrección. Somos salvados por Amor, perdonados por el Escandalo de La Cruz Redentora del Hijo de Dios, que Murió y Resucitó por cada uno de nosotros, rescatándonos de la muerte y el pecado para la vida eterna como miembros de la familia de Dios.
Cuando nos alejamos de los sacramentos de la Eucaristía y del Perdón frecuente, vivimos a la manera de los fariseos, en la incoherencia de vida, nos dejamos robar la Esperanza seducidos por un mundo que vive en tinieblas y en la sombra de la muerte. Quizá hemos perdido la osadía de ser testigos del Amor por la tibieza del propio corazón; lo podemos ver más claro en Ap.2, 4-5: “Debo reprocharte que hayas dejado enfriar el Amor que tenias al comienzo. Fíjate bien desde donde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior”
¡Despertemos porque llega Cristo!
No obremos como el siervo inconsciente e inconstante, que especula con el día y la hora en que llega El Señor. Él llegará a la hora menos pensada y este siervo será descubierto en su insensatez, quedando afuera, no participará de la Cena del Señor con los que supieron esperar en la libertad de los hijos de Dios.
El cristiano roto camina a la Jerusalén celestial con un corazón confundido, herido por el pecado. El mismo ha dejado agrietar y derramar esa Agua Viva que transportaba y saciaba la sed y lo alimentaba en vigor y santidad aún en tiempos de sequía y escasez.
Recurramos a La Madre de la Divina Gracia con Su Esposo San José, que nos acompañen en este desierto cotidiano, para que invocando al Espíritu Santo recibamos la gracia de no caer en la tentación y liberarnos de todo mal. Amén.
¡Alabado sea Jesucristo!
Un abrazo fraterno,
Eduardo
Noviembre 2022
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