“Tú amas la sinceridad del corazón, y me enseñas
La sabiduría en mí interior” -Sal. 50, 8-
Vivimos atribulados por un mundo virtual, plagado de ruidos ensordecedores e imágenes que se deforman en la propia imaginación; Santa Teresa la llamaba a esta -la loca de la casa-.
Frente a esta situación novedosa e incómoda, vamos tergiversando, trastocando la realidad.
La misma, nos resulta difícil de procesar, y por lo tanto comprender, para vivir sin confusiones y dar testimonio del Amor de Dios.
Nos despertamos a un nuevo encuentro con la Persona Viva de Jesús, cuando nos introducimos en un tiempo de sinceramiento con nosotros mismos.
Luego de un proceso de conversión permanente -con la ayuda del Espíritu Santo- nos disponemos a revisar la propia vida, desde la libertad, sin engaños ni ataduras.
Pero, nos cuesta acercarnos con humildad al Señor -como lo que somos- pecadores, necesitados de Su infinita misericordia.
Nos mueve y alienta decididamente, a ese encuentro con Jesús Eucaristía, la gracia, que transforma verdaderamente el corazón, reflejada en la coherencia de vida, configurados al estilo de Cristo, por el pensar, sentir y obrar.
La oración confiada en el Amor, es el camino para alcanzar esa intimidad, y poder escuchar, en el silencio del corazón, la dulce voz del Señor, para hacer Su Voluntad.
Creemos que Dios es el todo y nosotros la nada.
El tiene dispuesto lo que necesitamos para nuestro bien, pero todavía, nos dejamos arrastrar por los propios engaños y no percibimos la gracia que se nos ha regalado.
Para el cristiano todo es gracia, aún las contradicciones.
Sabemos que por El vivimos, nos movemos y existimos.
Estamos aferrados a una idea y no a la vivencia del encuentro con el Amor de Jesús, que trastoca la vida y nos hace personas nuevas.
El Señor camina siempre a nuestro lado, El se anticipa y sale al encuentro en nuestro peregrinar a la Casa del Padre, para acompañarnos y protegernos con Su Amor Misericordioso.
El adorador se encuentra en una búsqueda viva y plena con Jesús en la Presencia Real, para amar a todos sin excluir a nadie -por la gratuidad del amor recibido-
La Santísima Virgen María nos conduce y enseña el camino al Amor verdadero.
Ella es el modelo de la sierva fidelísima del Amor del Padre reflejado en El Hijo Primogénito.
Que a través de María Santísima, podamos vivir el encuentro con Jesús Sacramentado sin recurrir a los propios condicionamientos de la razón, abriéndonos a la misericordia y celebrando la gratuidad del Amor de Dios. Amén.
¡Alabado sea Jesucristo!
E. M. M.
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