“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra,
¡Y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” Lc. 12, 49
La magnitud de los acontecimientos que nos acosan y desconciertan, se exacerban en el ámbito de un mundo globalizado, complejo y diverso.
Es en el terreno del propio corazón donde se debate y descubre con vehemencia la indiferencia, el rechazo y la incredulidad de un Dios que es Amor. Vivimos como Iglesia -Pueblo- de Dios enfrentados e interpelados por esta realidad que nos divide, separa, margina y aísla. Nuevos paradigmas de integración e inculturación del Evangelio -La Buena Noticia- nos provocan y sacuden, para despertar y salir al encuentro de los hermanos. Padecemos con la humanidad los dolores y esperanzas, pero por la gracia -no por nuestros méritos- somos llamados y consagrados a la Adoración del Cristo Vivo, Presente y Real, para dar testimonio de la esperanza a los hermanos y al mundo en la misión de intercesores. San Pablo a la luz del Evangelio nos recuerda y actualiza la misión para enfrentar los peligros del mundo con esperanza. Y así aunque vivimos:"Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no aniquilados. Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" -2 Cor. 4, 7-9. 11-
El desafío para la causa de Cristo -Camino, Verdad y Vida- en este acontecer de la historia, será una Iglesia creíble, renovada y transfigurada en el Amor. “Los reconocerán por el amor que se tienen” -dice el Señor-
Es a través de la oración permanente y el encuentro íntimo con el Señor en la Adoración Eucarística, como descubriremos ese Amor que transformará nuestro corazón herido por el pecado, pero, -rescatado por la Sangre Redentora de Cristo- para contagiar a los hermanos y al mundo, provocando con ese mismo Amor la renovación y la transfiguración. Estamos silenciados por la propia indiferencia y relativismo.
Contaminados por nuestra hipocresía, servimos a varios señores al mismo tiempo. Dice el Señor: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro ”Somos tentados y muchas veces convalidamos con el propio comportamiento a la humanidad que abandona a Dios por un subjetivismo, basado en valores intercambiables -lo que hoy siento y creo, mañana lo cambiaré a mi antojo, a mi capricho-.
Un corazón dividido traerá como consecuencia la fragmentación en nuestra vida, en la Iglesia, en la sociedad, el mundo y el cosmos.
Pero, si nos proponemos escuchar la voz del Señor, este entonces, se celebrará como un momento culminante, propicio para reconocer y rescatar en la prueba -el valor salvífico del sufrimiento- como lo señala San Pablo: “Suplo en la carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia”
-Una Iglesia creíble se inaugura con la conversión del corazón por la gracia, para amar verdaderamente, creando vínculos, abriéndonos a los hermanos, comprendiéndolos desde la diversidad.
-Una Iglesia creíble se revela y reconoce por la coherencia de vida, iluminada por la Palabra, encarnada, vivida y configurada en un todo con el pensar, sentir y obrar de Cristo.
-Una Iglesia creíble se descubre en las actitudes misericordiosas y no en la necedad de sacrificios que sirven para acallar la conciencia y cumplir con mandatos que nada tienen que ver con el amor. “No quiero sacrificios, sino misericordia” -dice el Señor-
-Una Iglesia creíble pide perdón por los silencios, miedos y fracasos cometidos en el testimonio del Amor de Dios a los hermanos.
-Una Iglesia creíble hunde sus raíces en el Amor, la unidad en la diversidad, la esperanza y la alegría de la Resurrección.
Una Iglesia creíble se reconoce en la humildad y el servicio -sale al encuentro, viviendo las Bienaventuranzas-.
Una Iglesia creíble vive la certeza de la fe que el Señor de la Historia no perdió las llaves ni el Poder del Reino.
Promoviendo la Adoración Eucarística -Fuente de Vida y fecundidad para la renovación de una Iglesia creíble- en la comunidad que pertenecemos.
ORACIÓN
Padre Amadísimo
Que has enviado al Verbo Encarnado
Para la Salvación de la humanidad
Al Espíritu Santo en el nacimiento de la Iglesia
Acrecienta nuestro espíritu de amor
Danos la Sabiduría para comprender
en la complejidad y diversidad
los signos de los tiempos para hacer tu Voluntad.
Danos también la audacia y el ardor para servirte
como adoradores en la renovación de una Iglesia creíble.
Amén
¡Alabado sea Jesucristo!
Eduardo
E. M. M.
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