"A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición"(San Juan de la Cruz).
En el camino del jubileo a los 20 años de la Adoración Eucarística, demos gracias al Señor, porque es Grande, es Eterno Su Amor, derramado en esta Iglesia diocesana.
El nos invita, a revisar nuestra vida de discípulos, como adoradores en Espíritu y en Verdad, como lo quiere el Padre.
En este tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia, es tiempo propicio, para profundizar el camino de conversión del corazón, por la ayuda del Espíritu Santo, a través, de la oración, el ayuno, y las obras de misericordia corporales y espirituales.
El drama de esta humanidad alejada de Dios, sumergida en un individualismo egoísta, es desafiar con su sola fuerza a todo, a través de un pensamiento mágico, pero que inmediatamente se hunde en el vacío, la soledad, y el desasosiego de los propios actos.
El Papa Francisco nos advierte de este mal y señala: “Algunos cristianos en el fondo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a los otros por cumplir normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” -EG94-
Pidamos, invocando al Espíritu Santo, que nos ayude a tomar conciencia, para luego interpelarnos y sacudir la propia modorra del acostumbramiento y recurrencia de ciertos hábitos erróneos del pasado.
Refugiados en un sí mismo individualista, alimentamos los miedos que justifican el inmovilismo, para no cambiar, y salir al encuentro de los hermanos, en esta realidad histórica, por la que fuimos llamados para dar testimonio samaritano.
Vivimos nuevas circunstancias, en la complejidad de un mundo tecnológico, diverso, cambiante y desafiante, pero esperanzador, porque Cristo Luz del mundo, ha vencido a la muerte y al pecado, para la salvación de muchos.
En el camino de conversión permanente, atravesamos este tiempo de gracia, tiempo oportuno, para que podamos proponernos ejercitar y trabajar la misericordia, el perdón, y el amor fraterno.
Para ello necesitamos, detenernos y observar el fondo de nuestro corazón herido por el pecado y pedir la gracia de la humildad, recurriendo al sacramento de la reconciliación, sanación del corazón.
Es en el corazón, donde se ejercita la libertad, campo de encarnizadas batallas espirituales, que nos dejan muchas veces, indefensos e inermes, porque nos empecinamos en recostarnos en nosotros mismos, en nuestro voluntarismo.
El engaño de los que se dicen seguidores de Cristo es mostrar muy frecuentemente, actitudes, comportamientos y gestos, lejanos a la Voluntad de Dios y al Corazón de Jesús.
Nuestro corazón enfermo de pecados nos aísla de nuestros hermanos, porque nos dedicamos a juzgar, a condenar y por ende no amamos siempre como nos enseña con Su Vida Jesús.
El Señor nos Ama y conoce a cada uno en su dignidad de hijos.
Ofrezcamos y asociemos los propios sufrimientos, enfermedades, pérdidas, a la Pasión y al escándalo de la Cruz, para que muchos hermanos a través de nuestra intercesión, en la oración, sean acompañados por el camino de la conversión y salvación.
Que María Santísima al pie de la Cruz, le presente a Su Hijo, nuestra fragilidad, debilidad y pecados, por la que fuimos lavados por Su Sangre Preciosa y rescatados de la muerte y el pecado,y podamos acudir frecuentemente al Sacramento del Perdón, para amar con el corazón a todos, sin excluir a nadie.
¡Alabado sea Jesucristo!
SANTA CUARESMA
E.M.M.
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