“Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos
Perplejos, pero no desesperados
Perseguidos, pero no abandonados
Derribados, pero no aniquilados” -2 Cor. 4, 8-9-
Los seguidores de Cristo discípulos-misioneros, caminamos a la casa del Padre en este tiempo de sobrada confusión, como en otros tiempos de la historia, desafiando al martirio, a la persecución, al desprecio e incomprensión, como El Maestro.
Como nos recuerda San Pablo: “Así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” -2 Cor. 4,11-
No nos abandonamos ni nos rendimos a los vientos que corren, ni desparramamos confusión para acomodarnos a los empecinamientos del mundo, a la seducción del demonio y a la hipocresía narcisista.
“Porque el que no recoge conmigo desparrama” dice El Señor.
En nuestra debilidad es Cristo que triunfa.
San Pablo nos recuerda: “Nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien, que este poder extraordinario, no procede de nosotros, sino de Dios” -2 Cor. 4,7-
No podemos caminar con la cruz de cada día, ni emprender una gesta misionera de cualquier tipo, ni llevar adelante un ministerio ordinario o extraordinario, sin tener intimidad con El Señor en el silencio de la contemplación con la Persona Viva de Cristo en el Santísimo Sacramento.
Porque se esteriliza la noble y santa misión y el llamado, se entumece, se desvanece con los embates del demonio, y al final se enfría el amor que teníamos al comienzo.
El Señor de la Historia camina a nuestro lado, para que firmes en la fe, robustecidos en la esperanza y con el ardor del Amor, impregnemos a nuestros hermanos con el perfume de Cristo.
Con el arma del Rosario en las manos vamos abonando, disponiendo el terreno del corazón, para que la Palabra Viva y eficaz nos purifique y santifique nuestra vida y de fecundidad a la Obra de Sus Manos.
El adorador frente a la Persona Viva de Jesús Sacramentado va sanando el corazón por el camino de la oración y conversión permanente que se manifiesta en los testimonios y en la coherencia de vida.
El adorador por el llamado se convierte en intercesor de las necesidades de la Iglesia, de la Patria, de la familia, del mundo y el cosmos.
San Juan Pablo II decía: Por medio de la Adoración, el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación del mundo y la siembra del Evangelio. Quien ora/Adora al Salvador Eucarístico trae al mundo con él y lo eleva a Dios. Los que están ante El Señor, están cumpliendo un servicio eminente. Están presentando a Cristo a todos. Aquellos que no lo conocen o que están lejos de Él. Ellos adoran en Su Presencia en lugar de aquellos” (Carta 1996).
María Reina de la Paz y Reina del mundo entero quiere educar nuestro corazón en el Amor de Su Hijo para que podamos mirar al mundo y a nuestros hermanos con la mirada de Cristo.
Esta reflexión, en este tiempo de tribulación, es una invitación a darnos cuenta de la importancia y dimensión de la Adoración Eucarística, del Amor de Dios derramado en nuestra vida, frente a los ataques del demonio para destruir a la persona, a la familia y a la Iglesia.
¡Alabado sea Jesucristo!
E.M.M.
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