"Yo soy el que vive"Ap.1,18: 2015

ADORACION

MOVIMIENTO DIOCESANO DE ADORACION EUCARÍSTICA PERPETUA - SAENZ 572 - LOMAS DE ZAMORA


¡JESÚS TE ESPERA SIEMPRE!

¡DECÍDETE A VISITARLO!

TE INVITAMOS A LA COMUNIDAD DE ADORADORES

Capilla "María Reina de los Apóstoles"

Capilla "María Reina de los Apóstoles"
Capilla "María Reina de los Apóstoles"

sábado, 28 de noviembre de 2015

LA MISERICORDIA SE REFLEJA EN EL AMOR Y LA TERNURA DEL SEÑOR QUE VIENE

“Misericordiosos como El Padre”


Al comenzar el Adviento -tiempo de gracia- de alegría y esperanza; inmediatamente nos introducimos e inauguramos El Año Jubilar de la Misericordia -Año Santo-
El Papa Francisco marca el rumbo y nos recuerda: “La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia.
La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino para alcanzar la meta anhelada” (Bula No. 14).
Para transitar el camino de la misericordia será necesario disponer el corazón, a través de la conversión permanente, fruto de la gracia del Sacramento del Perdón y las obras de Misericordia Corporales y Espirituales.
El adorador contempla el rostro de la Misericordia en Jesús Sacramentado, redescubriendo el camino del perdón.
Este camino nos conduce por la oración y el ayuno, a desatarnos las cadenas del egoísmo e individualismo, la soberbia y los rencores ancestrales que bloquean a la Misericordia.
Liberados del flagelo de la indiferencia por la Misericordia podemos estar  disponibles -como el Samaritano- para encontrarnos con el rostro del hermano en cualquier periferia, rostro del Cristo Sufriente, para ayudarlo y acompañarlo.
Para que este tiempo de la Misericordia nos ayude a sincerarnos con nosotros mismos, escuchemos en el corazón la voz del Señor.
No distorsionemos nuestro comportamiento, con falsas maniobras de justificación, resistiéndonos a perdonar y a ser perdonados, no reconociendo la falta o pecado, resultando este un engaño.
El ejercicio cotidiano de la Misericordia nos despega de la hipocresía, de un cristianismo incoherente, encerrado en ritos repetitivos y sacrificios vanos. “No quiero sacrificios sino Misericordia” dice El Señor.
El contemplar el rostro de la Misericordia en Jesús Sacramentado, nos hace más permeables -por la gracia- para escuchar con el oído del corazón y salir sin demoras al encuentro del hermano.
Peregrinamos por el Adviento reviviendo en cada año el Misterio de la Encarnación.
La Ternura del Padre que tanto nos Ama, envió a Su Hijo nacido de una Mujer por obra del Espíritu Santo, para compartir los dolores, los sueños, las alegrías y esperanzas, pero no el pecado, de la naturaleza humana.
El Emmanuel -El Dios con nosotros- siendo Rey, padeció el desprecio, el ultraje, el despojo, cerrándoles las puertas del albergue a María y a José para cobijarse del frio y nacer entre animales en la alegría y el amor de la  Sagrada Familia de Nazaret.
EL Señor arropado con nuestros pecados, irrumpe en el mundo, como Luz, iluminando la vida hasta nuestra salvación por la Victoria de la Cruz.
Este misterio de Belén, en un tiempo de conflagración universal en el que vivimos y padecemos, es un desafío para volver a la Misericordia del perdón.
El Señor viene a regalarnos Su Paz, a un mundo que lo rechaza, y lo hace nacer a la intemperie, por el odio, las guerras, la envidia, la indiferencia, etc. por la falta de amor.
Que la Familia de Nazaret en este tiempo de la Misericordia nos ayude a vivir el perdón por el amor en la alegría y esperanza, como discípulos intercesores de un mundo que ignora a Dios.




¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

sábado, 24 de octubre de 2015

EL ADORADOR EN LA INTIMIDAD CON EL SEÑOR APRENDE A AMAR

“Tú amas la sinceridad del corazón, y me enseñas
La sabiduría en mí interior” -Sal. 50, 8-



Vivimos atribulados por un mundo virtual, plagado de ruidos ensordecedores e imágenes que se deforman en la propia imaginación; Santa Teresa la llamaba a esta -la loca de la casa-.
Frente a esta situación novedosa e incómoda, vamos tergiversando, trastocando la realidad.
La misma, nos resulta difícil de procesar, y por lo tanto comprender, para vivir sin confusiones y dar testimonio del Amor de Dios.
Nos despertamos a un nuevo encuentro con la Persona Viva de Jesús, cuando nos introducimos en un tiempo de sinceramiento con nosotros mismos.
Luego de un proceso de conversión permanente -con la ayuda del Espíritu Santo- nos disponemos a revisar la propia vida, desde la libertad, sin engaños ni ataduras.
Pero, nos cuesta acercarnos con humildad al Señor -como lo que somos- pecadores, necesitados de Su infinita misericordia.
Nos mueve y alienta decididamente, a ese encuentro con Jesús Eucaristía, la gracia, que transforma verdaderamente el corazón, reflejada en la coherencia de vida, configurados al estilo de Cristo, por el pensar, sentir y obrar.
La oración confiada en el Amor, es el camino para alcanzar esa intimidad, y poder escuchar, en el silencio del corazón, la dulce voz del Señor, para hacer Su Voluntad.
Creemos que Dios es el todo y nosotros la nada.
El tiene dispuesto lo que necesitamos para nuestro bien, pero todavía, nos dejamos arrastrar por los propios engaños y no percibimos la gracia que se nos ha regalado.
Para el cristiano todo es gracia, aún las contradicciones.
Sabemos que por El vivimos, nos movemos y existimos.
Estamos aferrados a una idea y no a la vivencia del encuentro con el Amor de Jesús, que trastoca la vida y nos hace personas nuevas.
El Señor camina siempre a nuestro lado, El se anticipa y sale al encuentro en nuestro peregrinar a la Casa del Padre, para acompañarnos y protegernos con Su Amor Misericordioso.
El adorador se encuentra en una búsqueda viva y plena con Jesús en la Presencia Real, para amar a todos sin excluir a nadie -por la gratuidad del amor recibido-
La Santísima Virgen María nos conduce y enseña el camino al Amor verdadero.
Ella es el modelo de la sierva fidelísima del Amor del Padre reflejado en El Hijo Primogénito.
Que a través de María Santísima, podamos vivir el encuentro con Jesús Sacramentado sin recurrir a los propios condicionamientos de la razón, abriéndonos a la misericordia y celebrando la gratuidad del Amor de Dios. Amén.




 ¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

sábado, 29 de agosto de 2015

EL ADORADOR CUSTODIO DE LA CASA COMÚN

“Alabado seas. Mi señor” San Francisco de Asís



En este tiempo de abatimiento y tribulación, pero, de esperanza, el Papa Francisco nos convoca e invita a interpelarnos con honestidad y premura.
A tomar conciencia de nuestra custodia por la casa común, y, a reconocer cual es la contribución que cada uno puede aportar.
El Adorador en el recinto sagrado –como bien sabemos– es penetrado por el Amor del Cristo Vivo, Presente y Real en la Eucaristía.
Ese encuentro con Jesús Sacramentado, resulta un momento propicio para despertar la propia conciencia –por obra de la gracia- en el mandato original  de Dios al hombre de –labrar y cuidar- (Gn. 2, 15) todo lo creado.
Dice el Papa Francisco: “La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a El en feliz y plena adoración” Laudato Si´236.
Somos custodios de la casa común, fruto de la conversión del corazón, y de una nueva conciencia responsable.
Comenzamos, a darnos cuenta, y, a reconocer nuestra indiferencia en el maltrato de la naturaleza, como también, la manera que hemos descuidado la Obra de Dios en la creación. (Globalización de la indiferencia).
Dice el Papa Francisco: “El despertar a una conciencia ecológica integral, también está hecha de simples gestos cotidianos, donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” Laudato Si´ 230.
En este desafío para educarnos en una nueva espiritualidad ecológica, necesitamos, reorientar nuestras actitudes y comportamientos.
Atrapados e intoxicados por una cultura posmoderna, contaminada por el relativismo, nos hemos dejado seducir por el consumismo, como también, vueltos indiferentes, al sufrimiento, la soledad y el desamparo de nuestros hermanos.
El cambio viene de la mano de una sanación del corazón y del entendimiento, para salir de sí mismo -autorreferencial- y ponerse al servicio de los demás.
En ese dinamismo de santificación nos ponemos en comunión con Dios, con nuestros hermanos y con todas las criaturas.
Pidamos a La Madre y Reina de todo lo creado la Santísima Virgen María, Aquella que cuidó con San José a Jesús y vive pendiente de todos sus hijos, nos ayude a cuidar la Obra de Dios, para poder servir y amar humildemente, protegiendo cotidianamente en las pequeñas cosas la casa común.

ORACIÓN
Alabado seas, Señor
Creador del cielo y la tierra
de todo lo visible e invisible.
Alabado seas, Señor
Que por amor nos llamaste a trabajar y a cuidar
la Obra de tus Manos en la casa común.
Alabado seas, Señor
Que por Tu Ternura fuimos llamados a ser custodios
de Tu Hijo muy querido Presente en la Eucaristía
despertando en ese encuentro la conciencia 
del cuidado de la casa común.
Que María Reina de todo lo creado nos ayude
a cuidar la Obra de Dios protegiendo cotidianamente
con la Luz del Espíritu la casa común. Amen



¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

viernes, 3 de julio de 2015

EL ADORADOR EN EL CAMINO DEL ABANDONO

“Para amarte como Tú me amas, necesito pedirte prestado
 Tú propio Amor” Teresa de Lixieux


El adorador, en la intimidad con Jesús Sacramentado, intenta recorrer el camino del abandono.
En ese acercamiento a la Persona Viva de Cristo, el adorador consagrado al Amor Eucarístico, se pregunta a menudo: ¿Cómo seducir el Corazón del Señor?
La respuesta nos la brinda Santa Teresita: “Es la confianza y nada más que la confianza, la que debe llevarnos al Amor”.
Es por el camino del abandono enraizado en la humildad, el que necesitamos para penetrar en el Corazón del Señor.
A través de la oración y la contemplación nos disponemos abrirnos a la Misericordia de Dios.
Este movimiento de abandono y confianza, tiene como fundamento la conversión del corazón en el camino del Amor, para hacer siempre la Voluntad de Dios.
“Cuando un alma se abandona enteramente a la Voluntad de Dios, el Mismo Señor, comienza a guiarla” P. Silvano de Athos.
Para atravesar ese camino estrecho, será necesario despojarnos de los propios condicionamientos, para que se cumpla la Voluntad del Padre y no la nuestra.
Como nos revela Jesús a largo de Su Vida terrena: “No busco Mi propia Voluntad, sino la Voluntad del que me ha enviado”.
Santa Teresita en la infancia espiritual nos enseña el camino del abandono.
Dice, la razón es sencilla: “Somos niños en brazos del Padre” no experimentamos miedos, sino, amor y ternura.
La experiencia del abandono en los brazos del Señor, es precisamente la certeza de sentirnos amados y cobijados aún, cuando no entendamos nada de lo que nos pasa.
San Pablo nos introduce en ese Amor: “…Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman…” -Rm. 8, 28-
El adorador en la Presencia Viva de Jesús no se presenta ante Él, con una piedad privada, egoísta e individualista, sino, que se dispone, se alista para el combate.
Sale sin demora al encuentro de los hermanos, según sus periferias, sufrientes y dolorosas, que lo interpelan y lo comprometen permanentemente en el servicio de intercesión, en la ayuda y el acompañamiento.
El Papa Francisco nos advierte: “No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye“ (Bula convocación Jubileo de la Misericordia).
La alegría y la esperanza que experimentamos en el camino del abandono son frutos de la gracia, que nos infunde el Espíritu Santo y se descubre, en la libertad de los hijos de Dios.
Que María Santísima la Servidora fiel abandonada en el Señor, nos eduque como a Jesús en el camino del abandono, para Gloria de Dios y la salvación de los hermanos. Amén




¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

sábado, 23 de mayo de 2015

EL FUEGO DEL ESPÍRITU DE AMOR ENCIENDE Y RENUEVA LOS CORAZONES

“Nosotros hemos recibido el Espíritu de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado” 1Cor. 2, 12



En el camino espiritual del cristiano a la casa del Padre, el Espíritu Santo interviene en la vida cotidiana, auxiliando y guiando con sus dones.
Sin entorpecer la libertad, nos hace recordar y reconocer todo lo que Jesús ha enseñado.
El Papa Francisco nos recuerda: “El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar sobre Sus Huellas. Más que un Maestro de Doctrina, El Espíritu Santo es un Maestro de Vida” (Homilía Pentecostés 2014)
Esta sociedad global, confundida, contrariada y violenta, vive ignorando a Dios.
Atrincherada en el propio egoísmo, soberbia e indiferencia, flagelos que la somete y sumerge en el vacío, la angustia y la soledad.
Acosada por la inmediatez tecnológica, las luchas existenciales y la cultura del descarte, la persona va perdiendo, poco a poco, la capacidad de amar y ser amada.
Por lo tanto, deja de reconocer su dignidad de hijo de Dios, por ende, también, la del hermano sufriente, que espera que un corazón samaritano, lo escuche, lo ayude a vendar las heridas abiertas, lo acompañe y se haga cargo.
El Papa Francisco nos esclarece: “Penetrados por el Espíritu de Amor, podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, que sirve, que da la vida” (Pentecostés 2014)
El Señor derrama en los corazones Sus dones por el Espíritu Santo, en la medida de nuestra disponibilidad, no por los méritos personales, sino, por Su infinita Misericordia.
El Apóstol Pablo nos aclara: “No depende del esfuerzo del hombre, sino de la Misericordia de Dios” Rm. 9, 16.
Es el Espíritu Santo el que nos hace gustar la ternura de Dios, en Su Hijo Jesucristo, heredando por la gracia la filiación divina en la dimensión de hijos, amigos y profetas.
Como hijos de Dios. El Espíritu Santo nos conduce por la oración, clamando con gemidos inefables, porque no sabemos orar, para llamarlo Abba, Padre. “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios” -Rm. 8, 14-
Como amigos de Jesús. El Espíritu Santo conduce a la Iglesia, por lo tanto, nos guía por el camino y nos hace proclamar la Palabra, porque nos recuerda las enseñanzas de Jesús “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él, los introducirá en toda la verdad” -Jn. 16, 13-
Las inspiraciones del Espíritu Santo a través de Sus dones, nos ayudan a vivir como Jesús quiere que vivamos, configurados en Él, y así podamos, pensar, sentir y obrar, como Jesús lo hubiera hecho.
Como profetas. El Papa Francisco nos dice: “El Espíritu Santo nos hace hablar a los hombres en la profecía, o sea haciéndonos “canales” humildes, dóciles de la Palabra de Dios”
Precisamente en esa cercanía, el hermano percibirá, el Amor y la Ternura de Dios en nosotros.
El adorador se abre al Fuego del Espíritu, en la Presencia Real de Jesús, para vivir el Amor de Dios e interceder a través de la oración y contemplación por la Iglesia y el mundo entero.
Que María Santísima Esposa del Espíritu Santo y Madre de la Iglesia nos enseñe, como templos del Espíritu Santo a invocarlo, para que, guiados por Él, podamos siempre hacer la Voluntad del Padre. “Ven Espíritu Santo, Ven por medio de la Poderosa intercesión de María Santísima”. Amén



¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.

sábado, 4 de abril de 2015

RENACIDOS POR EL RESUCITADO EN LA ALEGRÍA DEL AMOR EUCARÍSTICO

“Haz brillar sobre nosotros el resplandor de Tu Rostro, Señor” 



¡Cristo ha Resucitado! ¡Aleluya!

Cristo nuestra Pascua, no es un slogan, ni una frase hecha, sino la vivencia y la certeza que por el Gran Amor a cada uno de nosotros, El Señor ofrendo Su Vida en La Cruz, rescatándonos de la muerte y el pecado, y salvándonos por Su Resurrección, para la herencia eterna.
“Si Cristo no Resucitó vana es nuestra fe” Dice San Pablo.
El adorador vive la alegría de la Resurrección en cada encuentro amoroso con Jesús Sacramentado, donde el cielo y la tierra se unen en Adoración y Alabanza.
Cristo se quedó con nosotros por Amor en ese Pan vivo, que es Su Cuerpo, Sangre y Divinidad, hasta la consumación de los siglos.
“La Presencia del Resucitado en la Eucaristía ha sido el fuego que ha alimentado la vida de los santos, la Fuente inagotable de su acción caritativa” (Benedicto XVI).
Demos razón de nuestra esperanza  en la alegría del Amor Eucarístico, para contagiar a los hermanos y atraerlos a una vida nueva, a través de los testimonios, por ese Cristo que Vive y Reina en nosotros.
Bendecidos en la alegría de la Resurrección, somos rescatados y lavados por la Sangre de Cristo en los profundos rastros de la propia infidelidad, malos deseos, egoísmo, murmuración, indiferencia, etc., engendros de nuestros engaños y pecados.
Dejemos que las huellas de Cristo traspasen y permanezcan en el corazón, para que, purificados por El, nos dispongamos a un nuevo nacimiento.
Este Cristo Resucitado camina con nosotros, personalmente, en este tiempo de la propia existencia, como lo hizo con los discípulos de Emaús.
Nos ayuda e ilumina con Su Palabra, nos alimenta con Su Cuerpo y Sangre, para seguir en el camino y no detenernos, en la oscuridad de nuestras falsas razones y caprichos. ¡Quédate con nosotros Señor!
La humanidad vive en la oscuridad de la confusión y la indiferencia, cerrando los oídos a la voz del Señor, apartándose de la Luz, que es el Camino, la Verdad y la Vida.
“Vayan a Galilea y ahí me verán” dice Jesús -Mt 28,10-
El Papa Francisco a partir de este mandato de Jesús, cuando Resucita y le anuncia a las mujeres para que se lo comuniquen a los apóstoles, nos invita a interpelarnos en el llamado y la misión.
“Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la Cruz y la Victoria”
“…volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esa llamada, cuando Jesús paso por mí camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo” (Pascua 2014).
Los  adoradores vivimos este nuevo acontecer del Misterio Pascual delante del Santísimo, en la silenciosa pero insondable necesidad de interpelarnos, en el llamado y en la misión de servidores -fieles intercesores de la Iglesia de Cristo y del mundo- en la cercanía de todos los hermanos.
Pidamos a María Madre del Resucitado y Madre nuestra que nos conduzca por el camino de la alegría y la esperanza del amor Eucarístico, en el Resplandor del Rostro de Su Hijo.



¡Alabado sea Jesucristo!

¡Feliz Pascua de Resurrección!

E. M. M.

domingo, 15 de febrero de 2015

LA CRUZ CAMINO GLORIOSO A NUESTRA RESURRECCIÓN

“Yo sé que mi Redentor vive” Job. 19, 25



En este mundo de violencia y desamparo, vivimos en la paradoja del vacío existencial, lleno de vanidad, soledad e indiferencia, pero, al mismo tiempo, con el Amor inquebrantable de Dios Padre que: “Amó tanto al mundo que entregó a Su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna” -Jn. 3, 16-
En el camino Cuaresmal del seguimiento de Jesús, nos exhorta el Papa Francisco: “Es un tiempo de renovación para la Iglesia, para la comunidad y para el creyente, pero sobre todo un -tiempo de gracia- (2Cor. 6, 2)  Mensaje Cuaresma 2015.
Es una invitación a cargar la cruz de cada día, a través de la conversión permanente por la oración.
A la luz y saciados por el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía, somos sanados por la Misericordia del Señor, en el Sacramento de la Reconciliación.
Es también un tiempo propicio para escuchar en el silencio de la contemplación la voz del Señor, que nos habla al propio corazón, para que cambiemos actitudes y comportamientos contaminados por el individualismo, egoísmo e indiferencia.
Asistidos por el Espíritu Santo, caminamos descubriendo el Amor de Dios, encarnado en cada hermano necesitado y sufriente, despreciado, ignorado y tantas veces rechazado por nuestra indiferencia.
El Papa Francisco nos advierte: “Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta el punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia” Mensaje Cuaresma 2015.
Estos tesoros, falsas apropiaciones, de vanidad, de egoísmo e indiferencia, que a lo largo de la vida fuimos acumulando como resaca, sirvieron a los caprichos, obstaculizando el camino de la liberación. “Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón” dice el Señor.
La sorpresa en el seguimiento de Jesús a través de La Cruz, como -Signo de Contradicción- se encuentra reflejada en nuestro desconcierto de este misterio: “Hay que morir para resucitar a una vida nueva”.
Envueltos en la oscuridad de nuestros miedos y desesperanzas, no dejamos penetrar la gracia, que nos renueva y regenera. ¿Cómo superamos esta indiferencia en este tiempo de Cuaresma, sino trabajando en nuestro corazón?, como dijo Benedicto XVI (Deus Caritas 31) “Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso, necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. …En definitiva un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.
Recurramos a la Santísima Virgen, la Madre Dolorosa, que nos enseñe, en el silencio de su dolor a sufrir por Su Hijo en los hermanos. Aceptando las propias cruces, asociándolas a la Cruz Gloriosa por nuestra resurrección y de los hermanos, en la comunión de los santos. Amén



¡Alabado sea Jesucristo!

E. M. M.