"Yo soy el que vive"Ap.1,18: 2012

ADORACION

MOVIMIENTO DIOCESANO DE ADORACION EUCARÍSTICA PERPETUA - SAENZ 572 - LOMAS DE ZAMORA


¡JESÚS TE ESPERA SIEMPRE!

¡DECÍDETE A VISITARLO!

TE INVITAMOS A LA COMUNIDAD DE ADORADORES

Capilla "María Reina de los Apóstoles"

Capilla "María Reina de los Apóstoles"
Capilla "María Reina de los Apóstoles"

lunes, 31 de diciembre de 2012

El adorador servidor de la Iglesia de Cristo para una humanidad en creciente oscuridad

“Estamos atribulados por todas partes pero no abatidos” -2 Cor. 4, 8-


Vivimos en la perplejidad de un mundo complejo y caótico.
Los acontecimientos se suceden a velocidad inusitada, provocando una tensión y conmoción permanente, derribando lo conocido, cuestionando las propias estructuras, valores, comportamientos aprendidos y acostumbrados a lo largo de la historia personal.
Por la dimensión, envergadura e insólita aparición de hechos sorprendentes y sobrecogedores, es como si nos deslizáramos por terrenos resbaladizos, inestables, perdiendo el equilibrio con facilidad.
Más aún, es como si la confusión se apoderara de nosotros y ahora estamos urgidos, necesitados a volver a pensar, aprender a movernos a través de una multiplicidad de factores en la vida cotidiana, que aparecen como novedosos, desconocidos, incomprensibles e incómodos.
Pero -“El que me siga no andará en tinieblas”- dice el Señor -Jn. 8, 12-
Peregrinamos por el desierto de nuestros días con esta tienda de campaña -cuerpo mortal- hecha de provisionalidad, construida por el Amor de Dios, en el fundamento de la Piedra Angular, del Cristo Vivo.
El Padre nos ha llamado en este tiempo de confusión, de subjetivismo, egoísmo, de búsqueda desesperanzada, para interceder como servidores por la Iglesia y el mundo entero.
Aunque nos sintamos vulnerados y muchas veces paralizados por el miedo, angustia; participamos de la gracia y la Gloria de Dios, Adorando la Presencia Real de Jesús Eucaristía.
San Pablo nos advierte: “Siempre y a todas partes llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús, se manifieste en este cuerpo” -2 Cor. 4, 10-
El Adorador es educado en el servicio por la escuela Maternal de María, siempre dispuesto a salir en auxilio -por la oración continua- acudiendo sin demora para servir como la Madre.
El desafío del Adorador como servidor no es vivir en la nostalgia, sino en la atenta y renovada espera activa de la oración permanente.
Reconociendo y reparando en las actitudes y sentimientos de la Santísima Virgen María, reflejamos Su amor en la entrega y docilidad a la Voluntad de Dios, delicadeza y sabiduría, que nos permiten darnos cuenta, a través de una escucha atenta, de las necesidades aún más ocultas y los sentimientos profundos del hermano olvidado en su reclamo.
Aprendiendo de la Madre a compartir las alegrías y tristezas, promoviendo climas propicios para la unión, el diálogo, la tolerancia, el respeto, la justicia, la esperanza y el amor.
Para esclarecer y profundizar la misión del Adorador en el servicio, será menester partir de la purificación del corazón por la gracia y a través de nuestra libre disposición para acogerla, como don gratuito en la propia indignidad.
Necesitamos la permanente, constante, conversión del corazón y el entendimiento, para descubrir la voluntad de Dios y un espíritu de oración, que nace de un corazón misericordioso.



  



¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo                                                                                                   

E. M. M. 

sábado, 1 de diciembre de 2012

La tibieza se apodera de nosotros cuando dejamos enfriar el Amor de Dios


“Conozco tus obras: no eres frió ni caliente ¡Ojalá fueras frío o caliente!” –Ap. 3, 15-




En estos tiempos que corren vivimos zamarreados, sacudidos por acontecimientos que nos desconciertan y angustian.
Perdemos con inusitada rapidez la paz que es fruto del amor, la esperanza y la fe en El Señor de la Historia.
Nos hemos acostumbrado también, a practicar una falsa religiosidad, particular, privada, plagada de contradicciones, individualista; son estas características del relativismo.
Nos acomodamos al engaño de la propia confusión y caprichos para esconder y disfrazar, estados anímicos alterados, necesidades insatisfechas.
En esta realidad y circunstancia anida la tibieza alimentada por la superficialidad, la indiferencia y el desamor.
Perdemos, entonces, la dimensión del Amor Misericordioso de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
Dice El Señor al ángel de la Iglesia de Éfeso: “…Debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior” –Ap.2.4-5- El Señor nos llama a la reflexión para que, con humildad y detenimiento respondamos ésta pregunta: ¿Cómo nos encontramos hoy con el amor que teníamos al comienzo?
Desde el amor en el deber de estado, en la misión, el amor a los más próximos, a todos los hermanos, como consecuencia del amor a Dios.
Este reproche del Señor al Ángel de Éfeso también, a todos nos atraviesa y enfrenta con la propia tibieza.
En este tiempo de Adviento, de vigilia esperanzadora, clamemos al Espíritu del Señor para que nos permita ver con los ojos de la fe iluminada por la Luz de Cristo que Viene, penetrando en lo más profundo del corazón, para dar comienzo a una renovada conversión.
La oración confiada y la Palabra nos abren el camino y preparan para luchar contra la  tibieza, ese estado de postración del alma donde, nos arrastramos perezosamente a un estancamiento espiritual, facilitando la entrada al enemigo -al acusador- al demonio.
Necesitamos, entonces, la gracia por el Sacramento de la Reconciliación que renueva y libera todo lo que nos aparta del amor a Dios, y la Eucaristía, el maná celestial, que nos va fortaleciendo, reavivando el espíritu de fe, esperanza y amor.
Cristo es la Alegría, la  Esperanza y la Paz que necesitamos para transitar por este  desierto cotidiano camino a la Jerusalén Celestial.
En este Año de la Fe salgamos al encuentro de aquellos que esperan y anhelan salir de la oscuridad, del vacío y la soledad, para qué a través de nuestro testimonio, podamos dar razón de la esperanza.
Que María Santísima Madre del Verbo Encarnado y Su esposo San José nos enseñen a amar en la entrega abandonada del servicio, esperando contra toda esperanza.






                                                    ORACIÓN


                                                         Padre
                                  Que por Tú Ternura tanto Amaste al mundo
                                 enviando a Tú Hijo para que todos se salven.
                               Por obra del Espíritu Santo se Encarnó de María
                                             la Virgen y se hizo Hombre.
                         Creció y se desarrolló en el seno de la Familia de Nazaret
                                    al lado de Su padre nutricio San José.
        Que también nosotros en esta Nueva Alborada del Misterio de la Encarnación
                              podamos ser renovados en el espíritu de Fe, del
                            Amor purificado, esperando contra toda Esperanza

                                Como lo vivió la Familia de Nazaret. Amén

¡Alabado sea Jesucristo!


Eduardo                                                                                                   

E. M. M. 

jueves, 1 de noviembre de 2012

El adorador consagrado al Amor Eucarístico descubre la humildad por el camino de la oración


“Todo el cimiento de la oración está fundado en la humildad”    
                                                                                             -Sta. Teresa-



El acontecer del cristiano por este desierto cotidiano está atribulado por una civilización que ignora a Dios y se evade en la virtualidad de imágenes y ruidos.
Todo ello resuena en el interior del propio ser provocando desasosiego, angustia y confusión.
En este camino lleno de obstáculos la oración nos predispone, prepara y abre los poros  para entrar en el silencio y la Presencia del Amor de Dios gracias al Espíritu del Señor que habita en nosotros y -clama al Padre con gemidos inefables-
Es en el aprendizaje permanente, a pesar de nuestro estado de ánimo -inquietudes, conflictos, enfermedades, pérdidas, etc.- y en la aceptación de nuestra pobreza y fragilidad pecadora donde descubrimos la humildad por el camino de la oración perseverante y confiada.
Es en la certeza del Amor inquebrantable, paciente y humilde de Cristo -Roca Viva, la Roca que nos salva- donde fundamos y tiene sentido la vida.
“Aprendan de Mi que soy paciente y humilde de corazón” dice el Señor.
Es en la perseverancia e insistencia en la oración donde obtenemos la gracia de la conversión y lo que necesitamos para nuestro bien.
Recordemos la Parábola del amigo insistente y la eficacia de la oración en Lucas 11, 9-13. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”.
“La oración perseverante del justo es poderosa” nos afirma el Apóstol Santiago -5, 16-
Nos engañamos muy fácilmente cuando oramos pero al mismo tiempo no cambiamos  nuestra vida -ahí está la trampa- pretendemos con toda hipocresía alcanzar las demandas -todo lo que pedimos- pero no corregimos el camino que nos aleja del Señor sembrado de vanidad, soberbia, apegos, desamor, etc.
La humildad, la mortificación y el desasimiento son virtudes seguras, nos enseña Santa Teresa, para que el demonio no nos haga caer en la trampa.
Recordemos en las Sentencias de los Padres del Desierto (siglos IV-V), cuando el Abad Macarios es abordado por el demonio que le dice: Hay una sola cosa en tu vida que me puedes. “Es tu humildad la que me impide vencerte”.
La humildad es el antídoto necesario para vencer al demonio.
La humildad se funda en el amor y prepara el terreno del corazón a través de la gracia y el camino perseverante, confiado de la oración.
Es en la infancia espiritual -abandono confiado en el Señor- donde la humildad se nutre del Amor de Dios, iluminado por la Palabra, alimentado y fortalecido en la Eucaristía y sanado por el Sacramento del Perdón.
Aprendamos como Adoradores a vivir desde la mirada de Jesús Eucaristía, configurada en nuestro ser, a caminar a la Casa del Padre, ejercitándonos y purificando el corazón permanentemente, por la gracia en la humildad.
“Bienaventurados los humildes de corazón porque verán a Dios”
Que María Santísima Modelo del Amor Confiado nos enseñe a vivir desde la mirada de Jesús la humildad para transformar al mundo consagrados al Amor Eucarístico.




ORACIÓN

Dios Padre que en Tú Ternura
ofreciste a Tú Hijo como Víctima Propiciatoria
reflejo de Tu Amor,
que aprendamos por El a vivir en la humildad
y en el amor paciente.
Que esta comunidad de adoradores camino a Tu Casa
se ejercite purificando el corazón por la gracia, en el servicio
a los hermanos 
Para Gloria de Tu Nombre. Amen

¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo                                                                                                   

E. M. M. 

domingo, 30 de septiembre de 2012

En camino a un nuevo encuentro con la Persona Viva de Cristo

“Señor ¿A quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna” -Jn. 6, 68-



La humanidad, perpleja, experimenta a través de los medios un torbellino de imágenes virtuales que, por su magnitud y complejidad, resultan dificultosas para comprender y procesar.
Encienden permanentemente la imaginación y la fantasía provocando deseos a veces desordenados y desproporcionados.
Bajo esa tensión existencial, vivimos y nos movemos. Confundidos, caminamos a la Casa del Padre, atravesando diferentes etapas en la vida espiritual contaminada por la propia incoherencia, simbolizada en nuestro corazón por la hipocresía -las contradicciones que existen entre las creencias respecto a los testimonios-.Lo que creo y proclamo en contraposición a lo que vivo y practico.
Este comportamiento que de manera habitual nos caracteriza, sirve para alejar a los que buscan y anhelan encontrar el Camino, la Verdad y la Vida.
A menudo, con la ilusión de complacer al Señor cometemos la insensatez de silenciar la Voz Interior del Amor que nos invita a un encuentro libre de condicionamientos, porque caemos en la cuenta que contiene un lenguaje duro.
No huimos, pero sabemos que si nos proponemos vivir sensatamente, la Palabra nos incomoda, desinstala y sacude, porque trastoca lo viejo de nosotros mismos.
“Jesús pregunta a los Doce: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro respondió: “Señor ¿A quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios” -Jn. 6, 67-69-. Entonces, nos preguntamos: ¿Estamos en la misma sintonía de Pedro? O bien, salimos espantados como muchos Discípulos, o permanecemos estancados en la monotonía de lo acostumbrado, negándonos a un nuevo encuentro con la Persona Viva de Cristo.
Desatarnos de la esclavitud y el encierro de los recurrentes pensamientos y miedos que nos impiden ponernos en marcha, aún en la enfermedad, requerirá una abierta disposición para ser ayudados desde la humildad, reconociendo las propias limitaciones.
Para vivir una nueva relación de intimidad con Cristo Eucaristía, necesitamos la gracia, pero también, muy especialmente, un paciente y perseverante trabajo a través de la oración y los Sacramentos que, iluminados por el Mismo Espíritu, nos ayude y anime a reconocer y a desplegar los talentos donados gratuitamente.
En la viña del Señor hay siempre un nuevo día cuando nos decidimos a ofrecer la propia debilidad para dejarnos penetrar y fortalecer por el Amor de Dios -“Yo me glorío de mi debilidad” nos dice san Pablo -2Cor. 11, 30- “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” -2Cor. 12, 10-.
Que María Santísima nos ayude a reconocer los talentos que gratuitamente hemos recibido por la Ternura del Padre y hacerlos fructificar, para no enterrarlos como el siervo malo y perezoso que se justifica, por miedo: “...Si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido…” -Mt. 25, 26-.
Si somos conscientes de la urgencia y la importancia de estos los últimos tiempos, despertaremos a un renovado celo en el servicio de intercesión por la santidad y fecundidad del Cuerpo Místico y la salvación de las almas.



                                                  ORACIÓN
                                                      Señor
                                     Que por Tú hijo fuimos llamados
                              al servicio como adoradores-intercesores 
                           para la santidad y fecundidad del Cuerpo Místico
                                        y la salvación de las almas.
                    Que el Espíritu Santo nos anime a ofrecer la propia debilidad
                          para dejarnos penetrar y fortalecer por Tú Amor.
                          Que sepamos responder a Tú Hijo como Pedro:
                    Señor ¿a quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna.
                     Que María Santísima nos ayude a reconocer y a ofrecer
                      los talentos recibidos gratuitamente, para no enterrarlos
                                  como el siervo perezoso. Amén


¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo                                                                                                   

E. M. M. 

viernes, 31 de agosto de 2012

El Adorador se descubre a si mismo por el amor en la Presencia Viva real de Jesús Eucaristía


En el camino del corazón, ahí donde se ejercita la libertad, parafraseando a Santa Teresa, se ingresa por la puerta de la oración.
El Adorador se descubre a si mismo en la mirada Amorosa de Cristo Presente, Vivo.
El invita a interpelarnos, verdaderamente, profundamente, con coraje y decisión para que intentemos con la ayuda de la gracia transitar un camino en el descubrimiento del si mismo.
 Aprendemos a aceptarnos tal cual somos, con luces y sombras, pecados y talentos donados en la gratuidad de Su Amor.
El Señor nos conoce y nos Ama. Nos quiere libres  en la verdad que es El mismo.
Podemos engañar a nuestros hermanos, también a nosotros mismos, pero jamás podemos engañar al Señor.
Por lo tanto, El nos exhorta a desatarnos de los condicionamientos- hábitos, usos y costumbres – que nos detienen y obstaculizan el propio descubrimiento.
Es necesario entonces, atrevernos a no merodear, dar vueltas, alrededor de un pietismo Light, que nos convierte en meros consumidores de peticiones, encubriendo muchas veces los propios caprichos, deseos insatisfechos y algunos otros en reales necesidades, negando al Señor hacer Su Voluntad.
En la intimidad con El Señor intentamos disponer el corazón para que El Mismo Espíritu de Amor derrita el hielo de la hipocresía.
 En este proceso  de conversión permanente y configurados en los sentimientos de Jesús, podemos reconocer al hermano sufriente.
El descubrimiento de uno mismo por el Amor en la Presencia Viva, Real de Jesús, confirma la propia dignidad - somos imagen y semejanza de Dios-
La aceptación de uno mismo no significa resignación, continuar en el error, sino, intentar trabajar perseverantemente sobre todo lo que impide hacer la Voluntad de Dios.
Caemos en un  gravísimo error si nos negamos al cambio, porque nos cerramos a la transformación que el Señor desde la libertad desea operar en nosotros.
Sabemos que para poder amar necesitamos ser amados, para amar de verdad.
El Señor nos advierte: “Si no amamos al hermano que vemos, ¿Cómo pretendemos amar a Dios a Quien no vemos? (1Jn. 4, 20)
El amor a si mismo hunde sus raíces en la humildad, pero el amor propio en el egoísmo.
Solemos proyectar nuestros defectos en los demás, porque no los soportamos en nosotros mismos.
La aceptación de uno mismo hace reconocer las limitaciones desde la humildad.
Tapar los defectos, esconderlos, nos conduce al terreno de la soberbia y necedad -es una puesta en escena del orgulloso- no permitiendo un sincero acercamiento al Señor.
El apóstol Santiago nos recuerda: “Dios resiste a los soberbios, y da Su gracia a los humildes” (Sant. 4, 6)
La humildad fruto del Espíritu, brinda confianza y esperanza, ayuda  a preparar el camino al descubrimiento de uno mismo, a través del desarrollo de la libertad interior.
Que María Santísima nos ayude a descubrir en la Presencia Viva de Su Hijo, la Ternura del Padre, en el Espíritu Santo, para el reconocimiento del si mismo purificado por el Amor.



                                                  ORACIÓN
                                          Dios Padre Bondadoso
                                         Que conduces a tus hijos
                                       por el camino de la humildad.
                                  Acreciéntanos la fe, esperanza y amor
                                    para poder descubrir en el si mismo
                              La Presencia Viva, Real de Tu Hijo Jesucristo.
                                                      Amén

¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo 

E. M. M.     

martes, 31 de julio de 2012

La Adoración Eucarística simiente de la revolución silenciosa

“Solo Tú eres Santo Señor. Todas las naciones vendrán a Adorarte” -Ap. 15, 4-

                                    Iglesia de San Marcos - Venecia


Todavía  no estamos despabilados del sueño de la siesta que nos sirve de huída, para no involucrarnos en una realidad que nos interpela y atemoriza. Damos vueltas y nos justificamos en la recurrencia de pensamientos vacios, estériles, desconfiando del Dueño de la Mies.
Tentados por el demonio, nos dejamos arrastrar y enredar en los acontecimientos que nos hieren  como Iglesia. Pero a la vez somos muy complacientes con la propia vida. Nos engañamos muy fácilmente, haciendo una antojadiza, recortada, seudo lectura de la Palabra acomodándola -a la medida de nuestros caprichos-.
Temerosos por los sucesos que nos acosan y agobian, perdemos la dimensión de lo importante-necesario, confundiéndolo con lo urgente-no necesario de las tareas que nos imponemos. Mucho se parecen nuestras actitudes a las de Marta del Evangelio.
“Jesús entró en un pueblo y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María que sentada a los pies del Señor, escuchaba Su Palabra. Marta que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa dijo a Jesús: “Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.
Pero el Señor le respondió: Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada” Lc. 10, 38-42.

El Padre Celestial también nos llamó a elegir la mejor parte como María, contemplando a Su Hijo Presente y Vivo entre nosotros.
Movidos por el Espíritu Santo, desde la fragilidad y vulnerabilidad de nuestra fe, esperanza y amor, servimos a la Iglesia de Cristo y al mundo entero, reparando los pecados, intercediendo por los hermanos que no conocen el Amor de Dios.
¡Repara Mi Iglesia! Llamado urgente del Señor a San Francisco de Asís, cuando oraba en la Iglesia de San Damián. No se refería precisamente a la reparación del edificio -que se encontraba deteriorado- sino a la reparación de los pecados de Su Iglesia.
¡Repara Mi Iglesia! Nos reclama el Señor en estos tiempos, que se desmorona la fe de Su Iglesia, por la tibieza, la indiferencia y la hipocresía, frutos amargos, por la falta de humildad, esperanza y amor.
Es en la Adoración Eucarística -Presencia Viva de Jesús- donde germina la revolución silenciosa, que por obra del mismo Espíritu, transforma el corazón de la persona para renovar la familia, la Iglesia, la sociedad, la humanidad y el cosmos.
Es en la Adoración Eucarística donde se gesta la revolución silenciosa, vivida, proclamada y anunciada por los Santos de todos los tiempos en la Historia de la Iglesia.
La Adoración Eucarística es simiente de la revolución silenciosa, donde el Espíritu Santo a través de los adoradores-intercesores en oración-contemplación, prepara y abona el terreno del corazón por la gracia, para la tan esperada y ansiada Civilización del Amor.
Es en el silencio y la contemplación donde se establece esa intimidad con el Señor, aprendiendo abrir los oídos del corazón como discípulos para escucharlo a través de la oración.
No podemos amar verdaderamente, sino tenemos intimidad con el Amado, que es la fuente misma del Amor. Por lo tanto, no podemos amar a Quien no conocemos.
Las comunidades y las personas que dócilmente respondieron al llamado a la Adoración del Cristo Vivo, son bendecidas y enriquecidas con los frutos abundantes de la gracia, por ende configuradas en la Persona de Jesús.
Recurramos a La Santísima Virgen María Reina de la Paz, Modelo de la Fe, Madre de la Esperanza y Amor, que nos acompaña en estos tiempos complejos, de oscuridad y confusión crecientes. Ella nos enseña a dejarnos penetrar por el Amor de Dios, contemplando la Persona Viva de Su Hijo. Promoviendo a través de sus hijos adoradores la revolución silenciosa, comenzando en el propio corazón, para interceder por la transformación del mundo entero.


                                                       ORACIÓN


                                                    Padre Amadísimo
                               Tanto Amaste al mundo que enviaste a Tu Hijo
                              A salvar al género humano en la Primera Venida.
                                             Atiende hoy nuestra súplica
                                Para que las comunidades Parroquiales y las
                           Personas que te conocen respondamos a Tu llamado
                     dejándonos penetrar por Tu Amor, Adorando-Contemplando
                                    La Persona Viva de Jesús Eucaristía.
             Enciende y provoca en el corazón de tus hijos una verdadera revolución
               Silenciosa, para esperar como -el centinela atento- la Segunda Venida
                    en el gozo de la tan ansiada Civilización del Amor. Amén.





¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo 

E. M. M.                                                                  

viernes, 29 de junio de 2012

La Adoración Eucarística, desafío en la renovación de una Iglesia creible

                                
             



“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra,
¡Y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” Lc. 12, 49



La magnitud de los acontecimientos que nos acosan y desconciertan, se exacerban en el ámbito de un mundo globalizado, complejo y diverso.
Es en el terreno del propio corazón donde se debate y descubre con vehemencia la indiferencia, el rechazo y la incredulidad de un Dios que es Amor. Vivimos como Iglesia -Pueblo- de Dios enfrentados e interpelados por esta realidad que nos divide, separa, margina y aísla. Nuevos paradigmas de integración e inculturación del Evangelio -La Buena Noticia- nos provocan y sacuden, para despertar y salir al encuentro de los hermanos. Padecemos con la humanidad los dolores y esperanzas, pero por la gracia -no por nuestros méritos- somos llamados y consagrados  a la Adoración del Cristo Vivo, Presente y Real, para dar testimonio de la esperanza a los hermanos y al mundo en la misión de intercesores. San Pablo a la luz del Evangelio nos recuerda y actualiza la misión para enfrentar los peligros del mundo con esperanza. Y así aunque vivimos:"Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no aniquilados. Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" -2 Cor. 4, 7-9. 11-
El desafío para la causa de Cristo -Camino, Verdad y Vida- en este acontecer de la historia, será una Iglesia creíble, renovada y transfigurada en el Amor. “Los reconocerán por el amor que se tienen” -dice el Señor-
Es a través de la oración permanente y el encuentro íntimo con el Señor en la Adoración Eucarística, como descubriremos ese Amor que transformará nuestro corazón herido por el pecado, pero, -rescatado por la Sangre Redentora de Cristo- para contagiar a los hermanos y al mundo, provocando con ese mismo Amor la renovación y la transfiguración. Estamos silenciados por la propia indiferencia y relativismo.
Contaminados por nuestra hipocresía, servimos a varios señores al mismo tiempo. Dice el Señor: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro ”Somos tentados y muchas veces convalidamos con el propio comportamiento a la humanidad que abandona a Dios por un subjetivismo, basado en valores intercambiables -lo que hoy siento y creo, mañana lo cambiaré a mi antojo, a mi  capricho-.
Un corazón dividido traerá como consecuencia la fragmentación en nuestra vida, en la Iglesia, en la sociedad, el mundo y el cosmos.
Pero, si nos proponemos escuchar la voz del Señor, este entonces, se celebrará como un momento culminante, propicio para reconocer y rescatar en la prueba -el valor salvífico del sufrimiento- como lo señala San Pablo: “Suplo en la carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia”
-Una Iglesia creíble se inaugura con la conversión del corazón por la gracia, para amar verdaderamente, creando vínculos, abriéndonos a los hermanos, comprendiéndolos desde la diversidad.
-Una Iglesia creíble se revela y reconoce por la coherencia de vida, iluminada por la Palabra, encarnada, vivida y configurada en un todo con el pensar, sentir y obrar de Cristo.
-Una Iglesia creíble se descubre en las actitudes misericordiosas y no en la necedad de sacrificios que sirven para acallar la conciencia y cumplir con mandatos que nada tienen que ver con el amor. “No quiero sacrificios, sino misericordia” -dice el Señor-
-Una Iglesia creíble pide perdón por los silencios, miedos y fracasos cometidos en el testimonio del Amor de Dios a los hermanos.
-Una Iglesia creíble hunde sus raíces en el Amor, la unidad en la diversidad, la esperanza y la alegría de la Resurrección.
Una Iglesia creíble se reconoce en la humildad y el servicio -sale al encuentro, viviendo las Bienaventuranzas-.
Una Iglesia creíble vive la certeza de la fe que el Señor de la Historia no perdió las llaves ni el Poder del Reino.



Recurramos a María Reina de la Paz, Madre de la Iglesia, para que nos enseñe a disponer el corazón  como fieles servidores, testigos del Amor de Su Hijo.
Promoviendo la Adoración Eucarística -Fuente de Vida y fecundidad para la renovación de una Iglesia creíble- en la comunidad que pertenecemos. 


                                                     ORACIÓN

                                                  Padre Amadísimo
                                    Que has enviado al Verbo Encarnado
                                       Para la Salvación de la humanidad
                               Al Espíritu Santo en el nacimiento de la Iglesia
                                    Acrecienta nuestro espíritu de amor
                                   Danos la Sabiduría para comprender
                                        en la complejidad y diversidad
                           los signos de los tiempos para hacer tu Voluntad.
                           Danos también la audacia y el ardor para servirte
                       como adoradores en  la renovación de una Iglesia creíble.
                                                           Amén



¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo

E. M. M.

domingo, 27 de mayo de 2012

En el silencio de la Brisa Suave se nos revela y confirma el misterio del Amor

“El Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios”  -1Cor. 2, 10-


En este nuevo Pentecostés -renacer de la Iglesia- Pueblo de Dios, El Espíritu Santo, en lo profundo del corazón y en el seno de Su Iglesia con Sus dones, nos anima, fortalece y da confianza, para que en comunión, nos unamos -en un solo cuerpo y un solo espíritu- recordando lo que Jesús nos enseñó.
Vivimos el Amor de Dios por la guía y la súplica -de los gemidos inefables- del Espíritu. Nos ayuda a despertar del sueño y la pereza, angustiada por los sucesos cotidianos. Nos prepara y abona, por la gracia a través de la oración continua, el terreno del corazón, para qué el Señor se haga Presencia Viva en nuestra vida.
San Pablo nos confirma: “El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” –Rom. 5, 5-.
El Espíritu del Señor es la Luz de los corazones que disipa las tinieblas -acoso del enemigo, prejuicios, confusiones, pruebas, desencanto de la vida, etc-. Iluminándonos para dar claridad a los pensamientos, palabras y obras.
El Espíritu Santo derrite y sana con el fuego de Su Amor, el frio de la propia indiferencia, el individualismo y la violencia -llamadas nuevas pobrezas de estos tiempos-. El mismo Espíritu nos infunde un espíritu firme y nuevo para liberarnos y renovarnos en lo más profundo de nuestro ser. “Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” –dice San Pablo; 2Cor. 3, 17-
Con los dones de sabiduría y ciencia –El Dulce Huésped del Alma- nos enciende el conocimiento y la inteligencia, para reconocer los signos de los tiempos. Nos reaviva el vigor para convertir la tibieza en ardor apostólico a través del llamado en la misión de intercesores-adoradores.
Es en la Humildad y docilidad de nuestro corazón, fruto de la paz, la paciencia y la piedad donde –El Consolador lleno de Bondad- nos infunde el consejo en el temor de Dios, para hacer siempre Su Voluntad por el camino del amor.
San Pablo nos exhorta: “Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia…Sobre todo, revístanse del Amor, que es el vínculo de la perfección”. -Col. 3, 12.14-
La humanidad se jacta de su propia vanidad apoyada en una insaciable búsqueda de lo efímero, de la satisfacción rápida. Ignora a Dios, trastocando la creación, transgrediendo la ley natural, apostando a la cultura de la muerte. Nosotros como Iglesia -Pueblo de Dios- dejándonos conducir por -El Maestro del Alma- en preparación a la Nueva evangelización y a la luz del Año de la Fe, se nos presenta el gran desafío y oportunidad como nos señala el Papa Benedicto XVI en Porta Fidei -La puerta de la fe- de “Redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”.
Vamos a acompañar y contagiar a nuestros hermanos, no solo con el testimonio de la propia vida, sino con la asistencia del Espíritu a través de la oración, la Palabra de Dios y en el fundamento de la Adoración Eucarística.
El Beato Juan Pablo II nos decía en -Fidei depositum- depósito de la fe-: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin”.
Que María Santísima esposa del Espíritu Santo, Madre de la Iglesia, en este siempre nuevo Pentecostés, nos enseñe amar como Su Hijo Amó, para que el mismo Espíritu purifique, sane y renueve la faz de la tierra. Amén




¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo

E. M. M.

martes, 8 de mayo de 2012

El adorador bebe del manantial de las bienaventuranzas trabajando por la paz




En estos tiempos con demasiadas contrariedades e incomprensiones, la violencia aparece disfrazada, casi siempre agazapada, detrás de un razonamiento mezquino, egoísta e individualista.
Ignoramos la realidad del otro, sus vivencias, sentimientos profundos, proyectos, anhelos.
No respetamos la vida y dignidad.
Nos hemos acostumbrado a no dialogar, adquiriendo una insana destreza en el ejercicio cotidiano de un juego avasallador, diabólico, por el que imponemos, sin consensuar y mucho menos compartir.
Pronto perdemos la capacidad de saber escuchar, obstruyeno toda comunicación para comprender al hermano desde su libertad, en la dimensión divina de su ser.
Nos convertimos en franco tiradores de la insensatez, comenzando con los más próximos: la familia, amigos, vecinos, ámbito laboral, estudio, comunidad, parroquia.
Somos proclives a encender la mecha de la discordia, sin reparar el daño que ocasionamos, la caridad que traicionamos, es la apariencia de una fe que solo teorizamos, atreviéndonos a proclamar también, una esperanza que desconfiamos.
Muchas veces nuestras vidas se asemejan a la de los fariseos -Así también son ustedes dice el Señor “Por fuera parecen justos delante de los hombres, por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad” Mt. 23,28
Nuestro corazón se encuentra enfermo de orgullo, celos, envidia, lujuria, ira, pecado.
Nuestro corazón no palpita con y en el Corazón de Jesús, porque sigue los caprichos de la propia vanidad -no es un corazón manso y humilde-.
-Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles- dice el salmista -Sal. 126-
Son las Bienaventuranzas que nos confrontan con las enseñanzas de Jesús.
Es el Sermón de la Montaña que penetra con el verdadero sentido de las exigencias radicales en la vida del cristiano, sin acomodamientos espurios y connivencias a nuestras complicidades.
Es el llamado del Señor que nos invita a deshacer el entramado del egoísmo, tejido a lo largo de la vida.
El dispone siempre los medios sensibles y eficaces de la gracia -los Sacramentos- para renacer a una vida nueva.
Es el Señor de la Historia, el Cristo Vivo, el Dios hecho Hombre, el Cristo Eucaristía que se quedó con nosotros. El que nos compromete en esta misión como testigos de su Amor, para servir a la Iglesia en comunión con nuestro obispo y el Papa.
La voluntad de Dios se va concretando en la vida del cristiano a través del seguimiento de Jesús -Sean perfectos como es perfecto mi Padre que está en el cielo- Mt. 5, 48.
No hay otro camino que conduzca al Corazón de Jesús sin haber atravesado y purificado el propio corazón.
Lo que nos impide llegar a El es la terquedad, ceguera, engaño, las guerras que comienzan en el corazón y libramos: orgullo, intolerancia, violencia, difamación, etc.
La purificación acontece luego de una disponibilidad y entrega, para que el Espíritu del Señor obre, sanando las heridas abiertas por el pecado, a través de la gracia.
El perdón, la reconciliación, la humildad y el amor son virtudes fruto de la conversión permanente.
El ejercicio de la observancia diaria del corazón nos anima a revisar, la conducta, sentimientos, motivaciones que provienen de la profundidad sagrada del ser, participando de la Cruz de Cristo como constructores de la paz.
-Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios-
El verdadero desafío para los que beben del Manantial del Amor y la Paz será mantener las lámparas encendidas del corazón, con la luz de Cristo, como las vírgenes prudentes -velando y orando- sirviendo a los hermanos, dando razón de nuestra esperanza para un mundo desesperanzado y violento.
Que María Santísima reina de la Paz nos acompañe en esta misión insoslayable, como instrumentos de Su Hijo, para tender puentes de reconciliación y paz a nuestros hermanos, sedientos de justicia, llenos de angustia y soledad.





ORACIÓN

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre
y le muestras el camino de la Salvación.
Concédenos la abundancia de Tu gracia,
para que convertido el corazón nos atrevamos
gozosamente preparar delante de Ti
sendas de justicia y paz.
Tú que vives y reinas. Amén


¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo

E.M.M.

viernes, 6 de abril de 2012

PASCUA
El estallido de la Vida para la salvación del cosmos


                                                                


¡Cristo Vive!   ¡Ha Resucitado!   ¡Aleluya!
La humanidad sufre la sordera y el sueño inacabado de su propio infortunio por haber desalojado y silenciado a Dios de la vida.
Vivimos encadenados a las frustraciones y al agotamiento que produce la ansiedad desproporcionada, para alcanzar cierto grado de placer que no satisface.
En la ingenuidad de pretender manejar la vida como dueños todopoderosos, perdemos la dimensión finita pero trascendente de nuestro ser.
¡Cristo Vive!
La Luz y la alegría se apoderan de nosotros con la creación, para borrar la muerte para siempre, haciéndonos participes de la Resurrección y la Vida en Cristo Jesús.
San Pablo nos confirma y recuerda: “Dios que es rico en Misericordia por el Gran Amor con que nos Ama, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados nos hizo revivir con Cristo -¡Ustedes han sido salvados gratuitamente!- (Ef2.5-6)
Estamos atravesados por  la Resurrección de Cristo -Misterio Pascual-
No la podemos vivir verdaderamente sin interpelarnos acerca de las implicancias y resonancias del Amor insondable del Padre en nuestra vida.
Será como desaprovechar la oportunidad de resucitar las propias muertes.
Nos arrastramos por el desierto cotidiano, deambulando, sin saber que nos pasa, inconscientes, adormecidos, con el peso del hombre viejo, en la esclavitud de nuestra infidelidad, desesperanza y falta de amor.
Cansados de no caminar, aun habiendo recibido gratuitamente la salvación por la Sangre Redentora del Hijo de Dios, nos resistimos a ponernos en marcha con el hombre nuevo -la persona pascual- resucitada y transfigurada por el Amor hacia la libertad de los hijos de Dios.
¡Cristo Vive!
La Pascua se manifiesta en nuestra vida a través de la alegría, en el destierro y la lucha tenaz a las tentaciones del pesimismo y la desesperanza aún en medio del  dolor, porque la verdadera alegría nace en Cristo.
“Yo les daré una alegría que nada ni nadie les podrá quitar” dice el Señor (Jn. 16, 12)
En el acontecer del Misterio Pascual, el adorador, en virtud del llamado, actualiza la persona resucitada -Pascual- en la Presencia Viva de Cristo Eucaristía.
Vivamos esta nueva Pascua de Resurrección de las enseñanzas de María Santísima, Madre de la Esperanza y la Alegría, proclamando en este tiempo el Regina Coeli -Alégrate Reina del cielo ¡Aleluya!-




                                                        Oración

                                                     Padre Santo
                                    Por el Amor insondable hacia nosotros
                                         en  Tu Hijo Jesucristo El Señor.
                                        Por la gracia de la Resurrección
                                    -Hemos sido salvados gratuitamente-
                  Te imploramos en este nuevo acontecer del Misterio Pascual,
                                y en virtud del llamado como adoradores,
                   podamos actualizar en la Presencia Viva de Cristo Eucaristía
                     a la persona Pascual, resucitada y transfigurada en el amor.
                                                         Amen

                                       ¡Feliz Pascua de Resurrección!


Eduardo

E.M.M.

miércoles, 29 de febrero de 2012

                                CUARESMA
La Cruz que abrazamos, también rechazamos

"Jamás, si quieres llegar a poseer a Cristo, lo busques sin Cruz"                                                                                 S. J. de la Cruz



La humanidad vive la paradoja de las contradicciones que se manifiestan en hechos heroicos de las personas que, al encontrar un sentido al propio sufrimiento, las enaltecen.
Hay también aquellas que buscan por todos los medios posibles evitar el dolor, renegando, enojándose, dando vueltas sobre la misma pregunta ¿Por qué a mí?
El cristiano tiene la certeza que sin Cruz, no hay salvación ni redención posibles. Esto es una utopía.
Pero aún así, experimentamos los mismos sentimientos y motivaciones cuando llega la Cruz.
¿Abrazamos la Cruz o nos empecinamos en rechazarla?
“Si alguno quiere venir detrás de Mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y Me siga” dice el Señor -Lc. 9, 23-.
En este tiempo fuerte de Cuaresma -camino de conversión y penitencia- preparando la Pascua, el Señor nos invita a -volver a El de todo corazón-.
La verdadera conversión se manifiesta en las propias actitudes de cada día que requieren de la oración permanente, iluminada por la Palabra de Dios, los Sacramentos del Perdón frecuente y la Eucaristía.
Es un ejercicio de humildad y docilidad apoyado en la gracia, para penetrar en un nuevo tiempo de nuestra vida.
Viviendo con esperanza y alegría, bebiendo de la Fuente Misma de la Vida que es Cristo Vivo, Presente y Real  en la Eucaristía al que adoramos, alabamos, glorificamos, damos gracias y reparamos.
Si nos proponemos vivir verdaderamente la Cuaresma, será necesario trabajar perseverante y tenazmente echando abajo el ego que nos ata y esclaviza a nuestros caprichos, nos condiciona a los deseos desordenados y nos hace vulnerables a las tentaciones -dejando la puerta abierta al león rugiente, al demonio- apartándonos de la Voluntad de Dios.
“El Señor es mi Luz y mi Salvación, a quién temeré” -Sal. 26-.
Es también una invitación a ver con los ojos de Cristo, a sentir con el Corazón de Cristo, a obrar con el Amor y Misericordia de Cristo.
Aprendiendo cotidianamente a observarnos con sinceridad, humildad, paciencia y amor -si decidimos cambiar nuestra manera de pensar, sentir y actuar- reconociéndonos pecadores.
Necesitamos purificar las actitudes para renovar y recomenzar la vida sin el engaño de las propias contradicciones que arrastramos a lo largo de la vida.
Ello se manifiesta en intolerancia, climas de agresividad y violencia, falta de diálogo, indiferencia, difamación, soberbia, etc., en primer lugar con los más próximos.
Son las cruces de cada día que el Señor nos invita a cargar, abrazar y no rechazar, ofreciendo las enfermedades, pérdidas, soledad, angustia, asociándolas a Su  Pasión Salvadora y Redentora.
Sirven a la propia purificación y santificación, como también  para Su Iglesia y el mundo entero, como fieles testigos-servidores de Su Viña.
Es el ayuno y la mortificación que se consuman en las obras de misericordia.

                                           Este es el ayuno que Yo Amo
                                                 -oráculo del Señor-
                                      …Si eliminas de ti todos los yugos,
                                   el gesto amenazador y la palabra maligna,
                                         si ofreces tu pan al hambriento
                                       y sacias al que vive en la penuria,
                                          tu luz se alzará en las tinieblas,
                              y tu oscuridad será como el mediodía…-Is. 58, 1-12-




Supliquemos a María Santísima la Madre Dolorosa, que nuestra misión de adoradores sirva siempre a la Voluntad de Dios, para la unidad y santidad de Su Iglesia, la conversión de los corazones y la salvación del mundo entero.

                                                       ORACIÓN
                                                 Padre Misericordioso
                                      Que entregaste al martirio a Tu Hijo
                                           como Víctima propiciatoria
                                          para la salvación de las almas.
                        Atiende nuestras súplicas, en este tiempo de oscuridad
                                               dentro de Tu Iglesia.
                 Transforma y Sana los corazones en este tiempo de Cuaresma,
                                               para que volvamos a Ti
                               en el Amor del Corazón de Jesús, de Sus llagas
                                                     y el costado abierto,
                       renuévanos y santifícanos en la unidad y el amor. Amen


                                               ¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo                                                                                    

E.M.M.

sábado, 28 de enero de 2012

Una invitación a redescubrir la misión

“Aquí estoy Señor para hacer Tu Voluntad”



En la experiencia íntima con Jesús Sacramentado nos disponemos a ser educados en el Amor Eucarístico.
Es el Espíritu del Señor que moldea el corazón del adorador en lo imperceptible, en el silencio interior, plagado de contradicciones y ruidos existenciales: enfermedades, pérdidas, indiferencia, egoísmo, orgullo, envidia, etc.
En nuestra frágil y convulsionada existencia, aún en la inconsciencia de no comprender -la cercanía del Dios que se abaja y se queda con nosotros- aún así, en esa hora de Adoración Eucarística, somos penetrados por el Amor del Señor.
Transformada nuestra historia personal por la gracia, nos abrimos a un tiempo nuevo, intentando hacer la Voluntad del Padre en cada momento de la vida concreta.
“No Adoramos al Cristo Vivo para sentirnos bien exclusivamente nosotros mismos”
Quizá, no nos hemos dado cuenta de la envergadura y dimensión del llamado.
Aunque no lo percibamos con claridad, sabemos que el Señor nos llamó para una misión.
Fuimos llamados para ser servidores-intercesores de la Iglesia de Cristo, para que en el silencio de la oración y la contemplación fervorosa preparada para la escucha, ofrezcamos a Dios Padre en la Presencia Viva de Su Hijo, las urgentes necesidades de la Iglesia y el mundo como fieles operarios de Su viña.
Nos encomendó un servicio silencioso y perseverante, en una humanidad alejada de Dios, acosada por el relativismo, donde el Señor resulta ser un convidado de piedra en nuestra vida y en el interior de Su Iglesia.
No le dejamos, aún en la propia vida, el  lugar central, primordial, que Le corresponde. Lo ignoramos, hacemos nuestros caprichos y no lo que El dispone para nuestro bien.
No fuimos llamados por nuestros méritos, sino, para llevar adelante una misión trascendente. “No son ustedes los que me eligieron, sino Yo los elegí a ustedes” dice El Señor.
Nuestra misión es hacer la Voluntad de Dios, como lo quiere el Padre -adoradores en Espíritu y en Verdad-.
El adorador se ofrece al Corazón Eucarístico y celebra ser intercesor de los que están lejos como también los que están cerca y no lo conocen.
En el silencio y la contemplación nos encaminamos a un encuentro con El Señor en la actitud del discípulo -Habla Señor que tu siervo escucha- (1 Sam. 3, 10).
El Señor nos ama tal cual somos y espera paciente, bondadosa y misericordiosamente nuestro tiempo.
Para identificarnos como comunidad de adoradores será menester tener vivencias y sentimientos de hermanos -para ser reconocidos por el amor que nos tenemos-.
Dispongamos un espíritu humilde de oración, en conversión permanente, iluminados por la Palabra de Dios -Lectio Divina- con el auxilio del Sacramento del Perdón frecuente y la Eucaristía -si es posible diariamente-.
Ofrezcamos nuestra vida para ser purificada en la cruz cotidiana, asociándola a la Pasión Redentora de Cristo, para la salvación de las almas.
Que María Santísima, Madre del Amor Eucarístico, nos enseñe a redescubrir la misión, educándonos en el servicio y en la entrega abandonada en el Señor.


ORACIÓN

Padre Santo
que por Tu hijo Amadísimo
fuimos llamados al servicio de la  Iglesia de Cristo
para Gloria de Tu Nombre,
Concede a esta comunidad de adoradores:
unidad, humildad y amor para hacer Tu Voluntad.
Permite Padre que por el fuego de Tu Espíritu
seamos reconocidos por el amor que nos tenemos.
Que por intercesión de María, Madre del Amor Eucarístico
nos enseñe a redescubrir la misión,
educándonos en el servicio y en la entrega abandonada en el Señor
como fieles operarios de Tu Viña. Amen


                                                          

¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo
E.M.M.