“Aquí estoy Señor para hacer Tu Voluntad”
En la experiencia íntima con Jesús Sacramentado nos disponemos a ser educados en el Amor Eucarístico.
Es el Espíritu del Señor que moldea el corazón del adorador en lo imperceptible, en el silencio interior, plagado de contradicciones y ruidos existenciales: enfermedades, pérdidas, indiferencia, egoísmo, orgullo, envidia, etc.En nuestra frágil y convulsionada existencia, aún en la inconsciencia de no comprender -la cercanía del Dios que se abaja y se queda con nosotros- aún así, en esa hora de Adoración Eucarística, somos penetrados por el Amor del Señor.
Transformada nuestra historia personal por la gracia, nos abrimos a un tiempo nuevo, intentando hacer la Voluntad del Padre en cada momento de la vida concreta.
“No Adoramos al Cristo Vivo para sentirnos bien exclusivamente nosotros mismos”
Quizá, no nos hemos dado cuenta de la envergadura y dimensión del llamado.
Aunque no lo percibamos con claridad, sabemos que el Señor nos llamó para una misión.
Fuimos llamados para ser servidores-intercesores de la Iglesia de Cristo, para que en el silencio de la oración y la contemplación fervorosa preparada para la escucha, ofrezcamos a Dios Padre en la Presencia Viva de Su Hijo, las urgentes necesidades de la Iglesia y el mundo como fieles operarios de Su viña.
Nos encomendó un servicio silencioso y perseverante, en una humanidad alejada de Dios, acosada por el relativismo, donde el Señor resulta ser un convidado de piedra en nuestra vida y en el interior de Su Iglesia.
No le dejamos, aún en la propia vida, el lugar central, primordial, que Le corresponde. Lo ignoramos, hacemos nuestros caprichos y no lo que El dispone para nuestro bien.
No fuimos llamados por nuestros méritos, sino, para llevar adelante una misión trascendente. “No son ustedes los que me eligieron, sino Yo los elegí a ustedes” dice El Señor.
Nuestra misión es hacer la Voluntad de Dios, como lo quiere el Padre -adoradores en Espíritu y en Verdad-.
El adorador se ofrece al Corazón Eucarístico y celebra ser intercesor de los que están lejos como también los que están cerca y no lo conocen.
En el silencio y la contemplación nos encaminamos a un encuentro con El Señor en la actitud del discípulo -Habla Señor que tu siervo escucha- (1 Sam. 3, 10).
El Señor nos ama tal cual somos y espera paciente, bondadosa y misericordiosamente nuestro tiempo.
Para identificarnos como comunidad de adoradores será menester tener vivencias y sentimientos de hermanos -para ser reconocidos por el amor que nos tenemos-.
Dispongamos un espíritu humilde de oración, en conversión permanente, iluminados por la Palabra de Dios -Lectio Divina- con el auxilio del Sacramento del Perdón frecuente y la Eucaristía -si es posible diariamente-.
Ofrezcamos nuestra vida para ser purificada en la cruz cotidiana, asociándola a la Pasión Redentora de Cristo, para la salvación de las almas.
Que María Santísima, Madre del Amor Eucarístico, nos enseñe a redescubrir la misión, educándonos en el servicio y en la entrega abandonada en el Señor.
ORACIÓN
Padre Santo
que por Tu hijo Amadísimo
fuimos llamados al servicio de la Iglesia de Cristo
para Gloria de Tu Nombre,
Concede a esta comunidad de adoradores:
unidad, humildad y amor para hacer Tu Voluntad.
Permite Padre que por el fuego de Tu Espíritu
seamos reconocidos por el amor que nos tenemos.
Que por intercesión de María, Madre del Amor Eucarístico
nos enseñe a redescubrir la misión,
educándonos en el servicio y en la entrega abandonada en el Señor
como fieles operarios de Tu Viña. Amen
¡Alabado sea Jesucristo!
Eduardo
E.M.M.
Eduardo
E.M.M.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario