"Yo soy el que vive"Ap.1,18: El Adorador se descubre a si mismo por el amor en la Presencia Viva real de Jesús Eucaristía

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Capilla "María Reina de los Apóstoles"

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viernes, 31 de agosto de 2012

El Adorador se descubre a si mismo por el amor en la Presencia Viva real de Jesús Eucaristía


En el camino del corazón, ahí donde se ejercita la libertad, parafraseando a Santa Teresa, se ingresa por la puerta de la oración.
El Adorador se descubre a si mismo en la mirada Amorosa de Cristo Presente, Vivo.
El invita a interpelarnos, verdaderamente, profundamente, con coraje y decisión para que intentemos con la ayuda de la gracia transitar un camino en el descubrimiento del si mismo.
 Aprendemos a aceptarnos tal cual somos, con luces y sombras, pecados y talentos donados en la gratuidad de Su Amor.
El Señor nos conoce y nos Ama. Nos quiere libres  en la verdad que es El mismo.
Podemos engañar a nuestros hermanos, también a nosotros mismos, pero jamás podemos engañar al Señor.
Por lo tanto, El nos exhorta a desatarnos de los condicionamientos- hábitos, usos y costumbres – que nos detienen y obstaculizan el propio descubrimiento.
Es necesario entonces, atrevernos a no merodear, dar vueltas, alrededor de un pietismo Light, que nos convierte en meros consumidores de peticiones, encubriendo muchas veces los propios caprichos, deseos insatisfechos y algunos otros en reales necesidades, negando al Señor hacer Su Voluntad.
En la intimidad con El Señor intentamos disponer el corazón para que El Mismo Espíritu de Amor derrita el hielo de la hipocresía.
 En este proceso  de conversión permanente y configurados en los sentimientos de Jesús, podemos reconocer al hermano sufriente.
El descubrimiento de uno mismo por el Amor en la Presencia Viva, Real de Jesús, confirma la propia dignidad - somos imagen y semejanza de Dios-
La aceptación de uno mismo no significa resignación, continuar en el error, sino, intentar trabajar perseverantemente sobre todo lo que impide hacer la Voluntad de Dios.
Caemos en un  gravísimo error si nos negamos al cambio, porque nos cerramos a la transformación que el Señor desde la libertad desea operar en nosotros.
Sabemos que para poder amar necesitamos ser amados, para amar de verdad.
El Señor nos advierte: “Si no amamos al hermano que vemos, ¿Cómo pretendemos amar a Dios a Quien no vemos? (1Jn. 4, 20)
El amor a si mismo hunde sus raíces en la humildad, pero el amor propio en el egoísmo.
Solemos proyectar nuestros defectos en los demás, porque no los soportamos en nosotros mismos.
La aceptación de uno mismo hace reconocer las limitaciones desde la humildad.
Tapar los defectos, esconderlos, nos conduce al terreno de la soberbia y necedad -es una puesta en escena del orgulloso- no permitiendo un sincero acercamiento al Señor.
El apóstol Santiago nos recuerda: “Dios resiste a los soberbios, y da Su gracia a los humildes” (Sant. 4, 6)
La humildad fruto del Espíritu, brinda confianza y esperanza, ayuda  a preparar el camino al descubrimiento de uno mismo, a través del desarrollo de la libertad interior.
Que María Santísima nos ayude a descubrir en la Presencia Viva de Su Hijo, la Ternura del Padre, en el Espíritu Santo, para el reconocimiento del si mismo purificado por el Amor.



                                                  ORACIÓN
                                          Dios Padre Bondadoso
                                         Que conduces a tus hijos
                                       por el camino de la humildad.
                                  Acreciéntanos la fe, esperanza y amor
                                    para poder descubrir en el si mismo
                              La Presencia Viva, Real de Tu Hijo Jesucristo.
                                                      Amén

¡Alabado sea Jesucristo!

Eduardo 

E. M. M.     

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