"Yo soy el que vive"Ap.1,18: La misericordia se descubre por el amor en los pequeños gestos

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Capilla "María Reina de los Apóstoles"

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viernes, 25 de octubre de 2013

La misericordia se descubre por el amor en los pequeños gestos

“Nosotros somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios”  -2 Cor. 2, 15-



Desde la mirada y la contemplación de la Persona Viva de Cristo, nos disponemos en el silencio y por la oración, al misterio insondable de Su amor.
Es a través de la humildad y la docilidad fruto de la gracia, que intentamos abrirnos a la misericordia.
Es el Espíritu del Señor, que sana y convierte los corazones, El que nos ayuda a vivir la misericordia configurada en el propio sentir, pensar y actuar con el hermano.
No podemos comprender lo que le pasa al “otro” si no somos misericordiosos, porque no penetramos en su dolor, en su sufrimiento, para acompañarlo y darle respuesta -sin demoras- a su reclamo.
Pasamos de largo como el levita, el sacerdote, no somos buenos samaritanos.
Para poder sentir esa cercanía misericordiosa, dice el Papa Francisco, debemos abrir el corazón para: “besar las llagas de Cristo en el hermano”.
Si no somos misericordiosos no reconocemos a Cristo en el Hermano.
Para ello necesitamos morir al egoísmo e individualismo, enemigos del amor y el perdón, para vivir la misericordia de Dios.
No tenemos que ir muy lejos para vivir la misericordia. Tampoco se necesitan actos heroicos, pues las personas y los acontecimientos propios de la vida se interponen, se cruzan en el camino cotidiano con cada uno nosotros y nos interpelan en lo más profundo del ser.
Es la realidad incómoda de muchos hogares, con sus respectivas problemáticas -cruces- a veces dramáticas, pero es ahí donde se prueba el amor y la misericordia, que se manifiestan en las propias actitudes: gestos, tolerancia, comprensión, paciencia, amor,…
San Juan Crisóstomo nos ilumina con sus enseñanzas para que reflexionemos: “No esperes a que el otro te ame, sino adelántate tú y empieza”.
La soberbia, el rencor, la difamación, el juzgar, resultan verdaderos obstáculos en el camino del amor para perdonar misericordiosamente.
Muchas veces nos engañamos cuando salimos de nuestros hogares, y esto se convierte en huída, que a menudo utilizamos para acallar la conciencia -la voz del Señor-.
Enfrentar los problemas con misericordia, no significa conocer las respuestas para solucionarlos, sino, comenzar por preguntarse, desde la fe, esperanza y la caridad: ¿Qué cambios concretos en mí vida necesito realizar, para obrar con misericordia? Quizá la tolerancia, la escucha, el diálogo, la cercanía, el silencio, el abrazo, la sonrisa,…
El ejercicio que nos ayuda a darnos cuenta cómo enfrentar los problemas -cargar la cruz de todos los días- es ver si nuestras actitudes se encuentran impregnadas de misericordia, porque los enfrentamos desde la mirada, sentimientos y obrar de Cristo por el amor.
Sembrar el amor en los pequeños gestos, es descubrir el camino de la misericordia de Dios, como Fuente inagotable de amor Misericordioso.
Que María Santísima Madre y Maestra de la Misericordia, nos enseñe amar por la Ternura del Padre reflejada en Su Hijo Jesús.



¡Alabado sea Jesucristo!

E.M.M.

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